Votar tapándose la nariz
Domingo próximo: lo que cada año los medios llaman cansina y pomposamente «la gran fiesta de la democracia», la cita con las elecciones. No puede ocultarse el hecho de que muchos españoles votarán con la nariz tapada.
PSOE, PP, IU, CiU, PNV… los de siempre. Todas ellas son siglas que simbolizan la degradación democrática iniciada hace tiempo.
Votarles una vez más es perpetuar la caricatura de una España que destaca por ser el hábitat natural de la corrupción institucionalizada y el clientelismo, donde la picardía es un grado, donde conviven una serie de privilegios soterrados -pero consentidos- para unos cuantos mientras la mayor parte de la gente malvive entre la resignación y el ahogo económico, con nuestras vidas conducidas por poderosas corporaciones que vienen amparadas por la clase política. Con nuestras mentes narcotizadas por los medios. Con nuestra tranquilidad amenazada por continuos sobresaltos de índole también económica.
Primero nos culpabilizan por la situación; acto seguido nos suben los precios de otra cosa más.
Como en todo período electoral, durante muy poco tiempo los partidos sacan a la calle, reino hostil que no conocen, las caras pálidas y sonrientes de sus principales figuras con el único fin de captar voluntades. Llenan recintos con enfervorizados seguidores que agitan banderitas de colores y aplauden cada gesto del líder, cada palabra, cada estúpida arenga. Un público postizo que procede de las propias filas junto a los que simplemente son paniaguados, estómagos agradecidos. Unos y otros contribuyen a la gran fiesta del partido, que no a la gran fiesta de la democracia.
Porque aunque dentro parezca reinar la euforia de miles, afuera hay millones de personas rumiando su desdicha.
Me parece que los políticos no van a darse cuenta de que tienen ante sí a la masa juvenil probablemente más desencantada de la historia reciente de España. Y no sólo jóvenes. A la generación compuesta por estudiantes muy preparados pero sin horizonte profesional, se suman trabajadores de toda índole con hipotecas machacándoles hasta el día de su muerte, montones de parados y aquellos que, aún trabajando, lo hacen bajo un contrato despreciable y temblando ante la perspectiva de perder el puesto en cualquier momento.
Es una masa de población que se está empobreciendo a una velocidad vertiginosa, lo que no impide que nos sigan subiendo el precio de los alimentos, el transporte, el combustible, todo. ¿Encima hay que soportar los consejos de austeridad de quienes no la conocen ni en pintura?
A lo largo de estos duros años de crisis, mientras la mayoría ha experimentado esa pérdida de poder adquisitivo, algunos se han hecho todavía más ricos. Y eso que la gente común y corriente (que suele tener dos dedos de frente) avisó tantas veces lo que al final inevitablemente sucedió: la burbuja inmobiliario-económica, explotaría. Todos los que se cobijaron en ella prosperando a costa de los demás tienen que regresar al sitio que ocupaban. ¿Se cubrieron bien el culo? Bueno, pues ahora hay que volver a tenerlo al aire, no pasa nada. Recordad aquellas grandes palabras:
«Desnudo nací, desnudo me hallo: nada pierdo, nada gano».
Son demasiadas las organizaciones aferradas al poder, mamando sin pudor del bote. Inmovilistas, impermeables, sin visión ni decencia. Demasiados cargos a la sopa boba, mucho golfo que no quiere perder la poltrona y esto tarde o temprano tiene que cambiar.
He aquí, para pensar un poquito, algunas consignas fruto de las protestas de los indignados que he podido leer estos días:
- «No hay pan para tanto chorizo».
- «La banca al banquillo».
- «El pueblo no se calla, sabemos lo que falla».
- «Tu botin, mi crisis».
- «¿Dónde está la transición?
- «¿Por qué manda el mercado si no lo he votado?»
- «Apaga la TV, enciende tu mente».
- «Sembrad miseria y recogeréis rabia».
- «Rajoy y zapatero, marionetas del banquero».
- «Qué país: nietos en paro y abuelos trabajando».
El poder de convocatoria de Internet a través de las redes sociales los tiene asustados. Tienen razón, Internet es el mismo diablo y lo esta removiendo todo. Por cierto, mirad las caras de los peligrosos agitadores manipulados por la izquierda radical, tal como algunos medios se han apresurado a predicar :
Es momento de recordar una fecha: mayo del 68, cuando una protesta creciente en la capital francesa termina por derrocar al poderoso Charles de Gaulle, el presidente hasta entonces considerado como un auténtico Dios en todo el país.
En la puerta del Sol de Madrid y en otras muchas de España, ciudadanos anónimos pero informados y ahora unidos, se han lanzado a la calle para proclamar su indignación. Se está haciendo de manera pacífica y ante eso nadie puede esgrimir argumento contrario. Que la protesta no se tiña del color de ninguna bandera.
Parece que algo está empezando… adelante.