Sobrevivir fuera de la nube

La plataforma PowerPC introducida por Apple en 1992 fruto de la alianza con IBM-Motorola, vendió en 2006 el último Mac con ese procesador: el PowerMac G5. Parecí­a entonces un maquinón, es evidente que ya no.

Fue un perí­odo fructí­fero pese a los problemas inherentes a una tecnologí­a al margen del poderí­o de Intel. Finalmente, cuando Apple comprendió que habí­a llegado a un punto muerto donde demasiadas puertas permanecí­an cerradas, inició la transición a los procesadores Intel y comenzó a abrirse el horizonte.

Aproximadamente entre 2006 y 2010 la convivencia de torres metálicas G5 y Mac Pro, de iMac blancos e iMac Intel, era cotidiana y simplemente í­bamos adaptándonos.

La aparición de Mac OS X Lion (10.7) y poco después Mountain Lion 10.8, la irrupción de las pantallas retina y los nuevos puertos Thunderbolt, convivieron con la explosión de las redes sociales, las tabletas, los servicios de sincronización y almacenamiento en la nube y los nuevos iOS. Quedaba fijado un escenario nuevo en el que no cabe la posibilidad de un ordenador atractivo por fuera pero vetusto por dentro.

Los dí­as estaban contados para el que no comprase máquina nueva. Atrás quedaron venerables programas durmiendo el sueño de los justos. Rosetta, la herramienta desarrollada por Apple para que las aplicaciones PowerPC funcionasen bajo procesadores Intel, quedó en la cuneta y desde Mac OS X10.7 sólo pueden ejecutarse los programas que han sido compilados para Intel.


De modo que si aún conservas un Mac con tecnología PowerPC vas a contracorriente, sin otra alternativa que hacer la guerra por cuenta propia. Serás un friki atado a la investigación continua ante la complicada adaptación de tu ordenador al presente (queda la alternativa Linux pero es otra historia). Sencillamente vives desfasado sin remedio.

Con un sistema operativo 10.5.8 en un Mac y procesador G5 seguirás utilizando el mismo software mientras puedes, hasta que se interrumpe un ciclo de actualización tras otro y permaneces anclado en versiones del pasado: VLC, Flash Player, Firefox… No puedes utilizar Google Drive -de momento Dropbox sí­-, ni un navegador moderno con los inconvenientes que ello comporta. Tampoco puedes virtualizar Windows en condiciones, ni disfrutar de muchos de los servicios novedosos que acaban de surgir.

Hay, claro está, alternativas diversas y mucha gente dispuesta a echar una mano con otras ideas. Por ejemplo el siguiente FAQ es una guí­a muy completa para el usuario de Mac que todaví­a usa PPC. Agrupa información diversa sobre actualizaciones, posibilidades de ampliación, comunicaciones, aplicaciones freeware, almacenamiento en la nube, etc. Un informe muy útil y recomendable a día de hoy pero ¿y dentro de dos o tres años?

La brecha insalvable entre la era PPC y la era Intel está más que asumida, de hecho se ha demostrado con el tiempo que no hubo mayores problemas con la transición. Pero hemos de ser conscientes de que por mucho que pospongamos actualizar hardware, será necesario porque no hay vuelta atrás.

Esta monserga me sirve de pretexto para reflexionar sobre los últimos años de este mundillo apresurado.


Me preocupa que los cambios no se reduzcan solamente a los avances y diferencias entre procesadores, programas y sistemas operativos. Apple va desconectando los sistemas que carga a sus espaldas para seguir rentabilizando su ecosistema de consumo global acelerado. En eso no difiere de las otras grandes tecnológicas, que hacen exactamente lo mismo.

Es pues la estrategia común y nos guste o no, uno de los motores de la economí­a de mercado y la quintaesencia del negocio contemporáneo. Dicen que el éxito del lanzamiento de un iPhone llega a tener reflejo directo en el incremento del crecimiento del PIB en Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora nunca vi un modelo de obsolescencia programada tan tiránico y despiadado con el usuario.

¿Dónde está la lí­nea roja entre innovación y cambios orientados a crear continuamente la necesidad de renovar dispositivos? Los productos se suceden vertiginosamente, cada nuevo juguete adquirido parece un chute en vena pero a lo usuarios veteranos ya no les gusta doparse y además el ritmo que implica tal retahí­la de adquisiciones resulta económicamente insostenible para un ciudadano corriente.


Después de un largo recorrido de trabajo y aprendizaje, el maquero carroza (podemos exceptuar al que rebosa pasta) se verá fuera de un tren que no para y sin muchas posibilidades de volver a subirse. No puede renovar su máquina cada tres años y asiste atónito al declive de los sistemas de escritorio que manejó con soltura durante tantos años. No entiende la omnipresencia y poder del smartphone y tampoco es un tipo que suela compartir sus inquietudes, su jeta y hasta su respiración en las redes sociales. Tal vez se haga un lí­o sincronizando dispositivos y no tiene una idea suficientemente precisa de lo que es un bot, el SEO o el cloud computing.

Pero sabe -o sabí­a- trabajar con el ordenador, domina su parcela tecnológica profesional, es aplicado con el manejo de ficheros, desenvuelto con programas diversos y mantiene al dí­a un backup. Se comunica con fluidez por correo y sabe lo que tiene y lo que no tiene que hacer navegando por la web.

Estaba a gusto con su ordenador de mesa y habí­a desarrollado en profundidad unas técnicas y aptitudes que hoy pueden parcial o totalmente esfumarse. ¿Ya no hay sitio para él? ¿Será como un fósil pegado al teclado?

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