Que no cunda el pánico
«-Así que ya está -dijo Arthur-, vamos a morir».
-«Sí -admitió Ford-; a menos que…, ¡no! ¡Espera un momento! -De pronto se abalanzó por la cámara hacia algo que estaba detrás de la línea de visión de Arthur-. ¿Qué es ese interruptor?
– ¿Cuál? ¿Dónde? -gritó Arthur, dándose la vuelta.
– No, sólo estaba bromeando -confesó Ford-; al final, vamos a morir. (…)
– ¿Sabes una cosa? -le dijo Arthur-; en ocasiones como esta, cuando estoy atrapado en una escotilla neumática vogona con un habitante de Betelgeuse y a punto de morir asfixiado en el espacio profundo, realmente desearía haber escuchado lo que me decía mi madre cuando era joven.
– ¡Vaya! ¿Y qué te decía?
– No lo sé; no la escuchaba.
– Ya.»
Adam Douglas: Guía del Autoestopista galáctico