Portugal, tan cerca y tan lejos
Cascais y alrededores conservan un aire aristocrático impreso por las viejas clases dirigentes que acudían a tomar los baños ante la mirada sorprendida de los humildes pescadores. Levantaron no pocas mansiones y palacetes directamente sobre el mar, dejando un elegante vestigio arquitectónico.
Merece la pena un recorrido por las calles típicas con el aroma marinero de los fogones de los restaurantes, playas urbanas a la vista de todos y un largo paseo bajo el sol hacia Estoril. Vi gente amable y solícita por todas partes.
Cuentan las crónicas que en la lejana época de los Descubrimientos, Cascais y la vecina Oeiras eran de las primeras poblaciones en avistar a los navíos portugueses que embocaban el Tajo con sus cargamentos de especias procedentes de la India y oro de Brasil.
Y qué decir de la melancólica Lisboa, con sus edificios blancos, rosa y cobalto de fachadas castigadas por el Atlántico. Una ciudad llena de estampas hermosas y encantos que parecen acudir de otro tiempo.