Nostalgia del cowboy
Incluso admitiendo la reiteración del estereotipo, el vaquero americano siempre fue un símbolo de independencia y libertad. Largos días de trabajo duro y paga escasa en contacto directo con la intemperie, un caballo a mano con el que cabalgar hacia el horizonte abierto en compañía del silencio y la soledad. Con suerte, tal vez una chica espera en algún lugar…
El origen de los cowboys se remonta a la llegada de los españoles a América en el siglo XVI, quienes trajeron sus tradiciones ganaderas, los caballos y el ganado comenzando en Nueva España, lo que hoy es México y el suroeste de Estados Unidos. Asimismo comenzó a establecerse el sistema de las haciendas con la explotación de grandes extensiones de tierra. Con el tiempo estas tradiciones españolas evolucionaron según las características culturales, geográficas y ambientales de esta región. Además de los colonos españoles, entre los primeros vaqueros había mestizos y nativos americanos.
La figura del jinete asalariado al cuidado del ganado vacuno, ya existía como tal con los charros mejicanos en el área que actualmente ocupan Texas, Arizona, Nuevo Méjico y California.
Los animales domesticados, conocidos como Longhorns (llamados así por sus alargados cuernos), merodeaban en estado semi-salvaje. Los primeros tejanos pusieron en marcha el sistema de rancho abierto cuya principal actividad económica era la crianza de ganado que proveía grasa, carne y cuero.
El transporte de ganado a través de las rutas hacia el norte comportaba una gran dureza y riesgo: un viaje de Texas a Montana podría durar seis meses, trasladando grupos de 2.000 a 5.000 cabezas. El punto final de esas rutas hizo surgir ciudades en Kansas, Nebraska o Wyoming que crecían al amparo de tal actividad y allí convergía una multitud de individuos: cazadores, transportistas, soldados, peones, buscadores de fortuna.
Entre ellos destaca la figura individual del cowboy; su dura labor en las largas travesías y la destreza como jinete concedían un papel especial.
Hacia 1875 la expansión del sistema de rancho abierto, el transporte por tierra y el enorme espacio disponible para pastos facilitaron el negocio de carne enviada a Europa. El ferrocarril estaba en plena actividad y había muchos inversores dispuestos. Llegaron más europeos y estadounidenses de otros estados para aprender a gestionar el negocio de la ganadería.
Sin embargo para 1885 ya eran demasiado numerosos los ranchos, lo que provocó un conflicto ilustre por la posesión de la tierra y las fuentes de agua. Comenzó el tendido de alambradas, llegaron los criadores de ovejas de California y Oregón y en definitiva, aumentaron todo tipo de disputas.
Al final del siglo XIX el ferrocarril provocaba el final de la época de apogeo de los grandes ranchos y de la figura del cowboy inseparablemente ligado a ellos.
Entre 1919 y 1930 el modo de vida del salvaje oeste languidecía entre los recuerdos de su mitología gastada; el cine lo reclamaba con fuerza mientras el American Way Of Life se abría paso sin contemplaciones para arrinconarlo en el pasado. Las nuevas técnicas y avances en los transportes marcaron el comienzo de una era presidida por las ciudades industrializadas y nuevos modos de vida.
No obstante la idealización del estilo de vida del cowboy perduró gracias al sello impreso por las estrellas del western clásico: James Dean, John Wayne, Paul Newman, Kirk Douglas, Montgomery Clift, Lee Marvin, Clint Eastwood, Steve McQueen y un elenco ilustre de secundarios. Es fácil recordar a cualquiera de ellos con sus botas y espuelas, tocándose el ala del sombrero, el gesto duro, pulgares en el bolsillo y pose altanera.
Los cowboys forman parte indiscutible de la tradición norteamericana, de su historia cultural y de su folklore. Merece la pena contemplar un lote de instantáneas de un modo de vida extinguido, con su aire lleno de autenticidad.