No solo el tonto hace tonterí­as


Por supuesto conocerás a gente favorecida por la diosa Fortuna, personas dotadas de gran inteligencia. Y sin embargo tampoco ellos pueden evitar hacer alguna que otra idiotez de cuando en cuando. Por debilidades del género humano, un pensamiento cientí­fico puede caer en la supercherí­a del mismo modo que alguien brillante mete la pata hasta el fondo.

Inteligencia y racionalidad suelen sumar y sin embargo no siempre van de la mano.

Desde el punto de vista cognitivo todos somos avaros: intentamos evitar pensar demasiado. Esto tiene sentido desde un punto evolutivo, ya que pensar requiere tiempo, es intensivo en recursos y, algunas veces, contraproducente.

Si el problema que hay que resolver pasa por evitar el ataque de un depredador, no te puedes permitir perder una fracción de segundo en decidir si saltas al rí­o o trepas a un árbol. Por eso hemos desarrollado una serie de reglas empí­ricas y prejuicios para limitar la cantidad de capacidad mental que empleamos en un problema dado. Estas técnicas proveen respuestas aproximadas y ya preparadas que son correctas muchas veces, aunque no siempre.

Buscamos pruebas que confirmen nuestras creencias y descartamos las que no las favorecen, evaluamos las situaciones desde nuestro punto de vista sin considerar la otra parte, nos influye más una anécdota llamativa que las estadí­sticas frías, creemos que sabemos más de lo que realmente sabemos, creemos que estamos por encima de la media y estamos convencidos de que los prejuicios son cosa de los demás, no de nosotros mismos.

Y además está la propia y arbitraria obstinación de cada sujeto, la contaminación que producen las supersticiones particulares, el entorno social y cultural… Son muchas las fuerzas capaces de tumbar o condicionar la racionalidad de la que tanto nos gusta presumir.


La incapacidad para hacer cosas racionales a pesar de ser inteligentes es lo que se conoce como disracionalidad. Una persona disracional puede ser más inteligente que el promedio o menos inteligente que el promedio, indistintamente. Tú puedes pensar más racionalmente que alguien mucho más inteligente; cualquiera con el suficiente sentido común puede tomar decisiones no impulsivas o considerar correctamente las consecuencias de una determinada acción.

[Este es un resumen de una magní­fica entrada en Experiencia Docet, donde podemos descubrir claves sobre el funcionamiento del pensamiento racional y las fuerzas contrarias a las que se ve sometido. Explicado bien, todo parece sencillo].

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