Magufos
Hace unos años, de la combinación de las palabras «mago» y «ufólogo» surgía el curioso neologismo «magufo», palabra que me encanta.
Magufo es un término que ha sido utilizado por gente escéptica en foros de Internet para referirse de manera un tanto despectiva a aquellos que promueven las pseudociencias.
Aunque de momento no consigue el beneplácito de la Wikipedia lo cierto es que la palabra sigue impulsándose y creo que cumple perfectamente su cometido.
Hay tantos, tantos magufos, que no caben en un solo saco:
– Los que adivinan el porvenir barajando cartas con muñequetes pintados o examinando el fondo de cualquier sitio absurdo
– Los que dicen saber interpretar tus pasos y conocer tu destino mirando las constelaciones
– Los que veneran al hombre santo que -dicen- cura enfermedades terminales por imposición de sus manos benditas
– Mediums, ufólogos, homeópatas… mil especialistas en creencias que no resisten un análisis serio.
Ciertos periodistas se tiran de cabeza a por el caramelo esotérico y en general los propios medios son a menudo los mejores agentes magufos para regar de mayor confusión al público. Siempre ha vendido muy bien la charlatanería y más disfrazada de ciencia.
Leí que existe una directiva europea que tiene intención de obligar a mediums, sanadores y adivinos ingleses a demostrar sus poderes ante los tribunales en caso de que alguien los demande. Sencillamente revolucionario.
Por supuesto los afectados, quienes gustan de autodenominarse «psíquicos», han puesto el grito en el cielo por considerarlo una ofensa y una discriminación pero justo será que un colectivo que genera un volumen de negocio millonario a expensas del trato con clientes esté sometido a leyes de consumo.
Porque, ¿qué ocurre si un cliente se siente estafado por un par de brujas? ¿Qué derecho de reclamación le asiste?
Atención tarotistas, futurólogos y curanderillos en general: hay multas a otras empresas por fraude a clientes. Si uno presta un servicio a cambio de un pago, dicho servicio ha de tener alguna base firme o en caso contrario, lo siento, a lo mejor tenéis que probar vuestros poderes ante los tribunales en casos de litigio.
En caso de que llegue a España esa directiva, el Círculo Escéptico reclamará que la ley contemple medidas de control en el mercado de actividades esotéricas para evitar en lo posible los timos que ponen en riesgo el bolsillo y la salud de los más crédulos.
Nadie está a salvo del influjo magufil porque todo Cristo desea su ración de magia-potagia; incluso muchos de los que a sí mismo se llaman «escépticos» sucumben en un momento dado; como decía aquella canción de Los Rebeldes:
«La noche es larga,
la carne es débil
y en esas horas manda el corazón».
Nuestro raciocinio es un don precioso, pero como también sentimos otras cosas no resulta fácil escapar de todo lo que irrumpe por alguno de los muchos puntos frágiles que presentamos.
Resulta tentador creer que aquello que nos cuentan existe, un mundo nuevo en el que sumergirse y poder soñar.
Quienes terminan agotados por el esfuerzo indagatorio con esta vida profunda a veces encuentran ese paraje especial desde donde parecen satisfacerse diversas incógnitas.
El gran Conan Doyle, creador de mi admirado Sherlock, al rondar los 60 años era respetado en todas partes como modelo de caballero inglés serio, racionalista e íntegro además de brillante escritor, lo que no impidió que en esta parte de su vida se entregara con determinación al estudio de los fenómenos psíquicos y acabara convirtiéndose en divulgador de la causa del Espiritualismo y de la existencia de las Hadas.
Doyle creía a ciencia cierta en quienes atestiguaron haber visto seres mágicos diminutos, incluso escribió un articulo titulado The evidence for Hairies (La evidencia de las Hadas).
Cuando le mostraron un par de fotografías de hadas, él y su círculo las aceptaron como auténticas. Dichas fotografías habían sido tomadas por dos primas de trece y diez años en Cottingley, una aldea de Yorkshire en 1918.
Como es fácil suponer, nada más airearse esta historia, una oleada de avistamientos de hadas atravesó toda Inglaterra. El sensacionalismo de la prensa y la fe ciega de espiritistas de todo pelaje hicieron el resto.
Sir Arthur estableció una especie de oficina central donde podían acudir las personas a relatar sus experiencias paranormales y mágicas.
Las hadas de Cottingley, el primer bulo fotográfico de la historia
¿Se había nublado el juicio del cerebro que alumbró a Sherlock Holmes? No necesariamente. La Gran Guerra le había arrebatado a un hijo y Doyle, en su dolor, se entregó a la creencia de que era posible comunicarse con el más allá.
Siendo ancianas Elsie Wright y Frances Griffith, las hadas de Cottingley, confesaron su inocente falsificación, aunque por otro lado ambas morirían sin abandonar la fe en ese mundo mágico poblado de seres alados y duendecillos.
Afortunadamente pueden consultarse páginas con información para tener despierto un pensamiento crítico.
De cómo personas inteligentes pierden el control de la verdad
¿Cual es el origen o autor de la imagen (dibujo) del mago? Me interesa usarla pero no sé es libre o tiene derechos.
Gracias
Efectivamente amigo Pablo:
Los magufos abundan como las olas en el mar.
De hecho, en muchos blogs existe el concepto de «Alerta Magufa».
Esta frase es una especie de aviso como el que cantan los «manteros» cuando ven a la policía Municipal.
«Alerta Magufa», pone al resto de los «bloggeros» sobre el aviso de que el artículo, la lectura o el mensaje sobre el que versa el aviso contiene datos «magufos».