Madrid, ciudad inacabada
Las autoridades han demostrado contar con importantes presupuestos con los que entre otras cosas mejorar la ciudad. Horadándola sin descanso, haciendo y deshaciendo bajo criterios dispares, consiguen desfigurarla.
Disponen de medios suficientes para transformar en profundidad la urbe tratando de otorgarle una identidad que, sinceramente, creo que no tiene. El objetivo ideal es que cualquier madrileño pueda presumir de vivir aquí y no en otro sitio y hable de ella con orgullo ante un extranjero sin apelar únicamente a las raíces sentimentales.
Los resultados casi nunca parecen dar en el clavo, al contrario, la sensación es que Madrid crece a ráfagas, sin mucha unidad de criterio y quien sabe con qué proyecto de futuro. Somos testigos de actuaciones urbanísticas descabelladas y otras muchas que solo obedecen a intereses políticos y económicos.
Que yo sepa la situación no es nueva. Hemos conocido alcaldes con particular querencia por túneles, por sembrar las aceras con chirimbolos de todo tipo y por multiplicar glorietas con fuente anodina. De vez en cuando una actividad febril pone zonas enteras patas arriba pero, si exceptuamos el gran núcleo histórico de los distritos centrales, el resto de barrios no destacan ni seducen especialmente.
La especulación, el desprecio o desconocimiento del pasado arquitectónico, la urgencia, el electoralismo, el problema del tráfico perenne o la cortedad de miras, son todos ellos factores de peso en esta historia. Yo añadiría también que en materia urbanística Madrid no ha dado políticos de talla capaces de conseguir para la capital la proyección internacional que merece.
En mis conversaciones con Blueice acerca del urbanismo que respiramos cada día recorriendo las calles de Madrid y, por supuesto desde nuestra ignorancia, siempre llegábamos a una misma conclusión: Madrid podía ser una ciudad mucho más hermosa de lo que es.