Los engaños de la industria farmacéutica

El divulgador británico Ben Goldacre denuncia un buen número de conductas irregulares por parte de las farmacéuticas a través de su segundo libro: Bad Pharma: How drug companies mislead doctors and harm patients (Mala farma: De cómo las farmaceúticas engañan a los médicos y dañan a los pacientes).

Tub of pills


Goldacre, médico e investigador, es sobre todo conocido por su columna semanal Bad Science que apareció en la edición del sábado de The Guardian entre 2003 y 2011, concentrándose en el examen de la industria farmacéutica, sus prácticas de comercialización y su relación con la profesión médica.

La columna se convirtió en un referente ante las inexactitudes de informes cientí­ficos, las presuntas amenazas sanitarias, la pseudociencia y la manipulación de la salud en los medios de comunicación.

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A través de la publicación de numerosos artí­culos Goldacre ha demostrado la falta de fundamentos de diversas campañas oficiales desmontando historias periodí­sticas sobre supuestos beneficios de alimentos, suplementos y otras pantomimas del llamado «estilo de vida saludable». Respecto al tema de la salud, siempre se mostró implacable:

«Estamos siendo idiotas todos porque estamos permitiendo a laboratorios no publicar los hallazgos que no les gustan, convienen o interesan. El resultado es un problema a gran escala que revela cómo una gran parte del cuerpo médico desconoce realmente los efectos de las drogas prescritas y las consecuencias están siendo trágicas para pacientes en todo el mundo.

Los medicamentos son probados por las personas que los fabrican, en ensayos mal diseñados, de tal manera que se exageran los beneficios de los tratamientos. Como era de esperar, estos estudios tienden a producir resultados que favorecen el fabricante».

Las peores prácticas de la industria farmacéutica

Ben Goldacre cita 10; resumo aquí­ algunas de ellas:

  1. El 90% de los ensayos clí­nicos que se publican son patrocinados por la industria farmacéutica. Eso es adulteración cuando no falsedad, de la que derivan el resto de problemas.
  2. Los resultados negativos se ocultan sistemáticamente a la sociedad. Si en el curso de esos ensayos que realizan estas empresas algo sale mal, nadie se enterará, ni siquiera la comunidad cientí­fica. En muchos casos las farmacéuticas se reservan el derecho de interrumpir un ensayo si ven que no da el resultado esperado y obligan a los cientí­ficos participantes a mantener el secreto.
  3. Las farmacéuticas manipulan o maquillan resultados en unos ensayos a menudo mal diseñados. Se toma por ejemplo una muestra demasiado pequeña de pacientes. Además hay una multitud de pequeñas trampas habituales para poner un medicamento en el mercado.
  4. Se suceden los conflictos de intereses: muchos de los representantes de los pacientes pertenecen a su vez a organizaciones financiadas por alguna farmacéutica. Algunos de los directivos de agencias reguladoras terminan trabajando para las grandes compañí­as farmacéuticas en una relación bastante oscura que me recuerda demasiadas cosas de España. ¿Podemos esperar algo de comités reguladores que comparten intereses con quienes han de regular?
  5. La medicina ha sido reemplazada por el marketing. Las farmacéuticas, denuncia Goldacre, se gastan cada año miles de millones para cambiar las decisiones que toman los médicos a la hora de recetar un tratamiento. De hecho gastan el doble en marketing y publicidad que en investigación y desarrollo, una distorsión que pagamos en el precio de las medicinas. Las tácticas van desde la conocida influencia de los visitadores médicos (con regalos, invitaciones a viajes, congresos y hoteles) a técnicas más sibilinas como la publicación de ensayos clí­nicos cuyo único objetivo es dar a conocer el producto entre muchos médicos que participan en el proceso. Incluso muchas de las asociaciones de pacientes que negocian en las instituciones para pedir regulación reciben subvenciones de determinadas empresas farmacéuticas.
  6. Por último, el mercado está inundado de medicamentos que no procuran ningún beneficio, según el autor de «Mala Farma» o de versiones del mismo medicamento fabricado por otra compañí­a.
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A dí­a de hoy, al igual que ocurre en Polí­tica y otros sectores de la Economí­a, el de la medicina y la salud es un mundillo que a menudo se desenvuelve y prospera contra todo atisbo de sentido común, en una dirección opuesta al interés general. Y eso que hablamos de Salud con mayúscula. Tanto unos como otros sectores forman parte de un sistema establecido que pide a gritos ser cambiado de arriba a abajo.

En el caso español un buen repaso a este tema lo encontraréis en De paciente a cliente, uno de los últimos programas que se han emitido de Salvados. Y para profundizar un poco en el libro y la figura de Goldacre, existe un artí­culo en La Vanguardia.

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