La nueva mente del emperador
¿Podrán algún día los ordenadores «pensar» como nosotros? ¿Está cerca el día en que un humano y un robot puedan establecer relaciones sentimentales o de amistad o por el contrario el futuro será más parecido a la película Terminator?
Esto y muchas otras cosas más nos serán desveladas en este estupendo libro escrito por uno de los físicos teóricos más importantes del mundo, Roger Penrose
Título original: The Emperor’s New Mind
Autor: Roger Penrose
Edición original: Oxford University Press, 1989
Edición comentada: Random House Mondadori S.A., 1991
Traducción: Javier García Sanz
Roger Penrose (Inglaterra, 1931) defiende a través de casi 700 densas páginas que la Inteligencia Artificial fuerte no podrá (al menos de momento) equipararse al cerebro humano.
Su principal argumento es que la base del razonamiento humano no tiene una base algorítmica y, por lo tanto, no es imitable ni predecible por computadores u ordenadores.
Para sostener dicha tesis Penrose hace un repaso del estado actual de la matemática, la física y la química (por actual ha de entenderse 1989, año de publicación del libro), poniéndolo en relación con el estudio del funcionamiento del cerebro humano y con los últimos avances (de nuevo, 1989) en materia de IA fuerte.
Así, a lo largo del libro se analizan los descubrimientos matemáticos, desde Platón (siglo IV a.c), Aristóteles su discípulo, Arquímedes y Euclides, hasta la moderna teoría cuántica de campos, pasando por los Discorsi de Galileo, la dinámica de Newton, la relatividad especial de Albert Einstein, la ley de radiación de Planck, las teorías de Bohr y el famoso Gato de Schrödinger.
Se analizan los descubrimientos en relación con el cerebro humano realizados por Wilder Peinfield y por David Hubel y Torsten Wiesel, Nobel en 1981 por su estudio sobre el procesamiento en el cortex cerebral, de los cuales puede concluirse, básicamente, que la complejidad de nuestro cerebro está todavía bastante lejos de nuestro entendimiento.
Poniendo en relación las dos anteriores áreas de estudio, básicamente, física y cerebro humano, Penrose llega a la conclusión de que la toma de consciencia del ser humano puede responder a principios no explicables por la teoría física clásica y por la cuántica clásica, no siendo por tanto predecibles -sin entrar aquí en el debate sobre el papel del observador en los experimentos cuánticos- y mucho menos computables. De ser esto así, indiscutiblemente, un ordenador no podrá emular al cerebro.
Este libro no es desde luego lo más recomendable para alguien no iniciado en las matemáticas o en la física, puesto que las cientos de formulas y planteamientos físicos son claramente desalentadores. Tampoco lo es para alguien que esté al día de las últimas teorías cuánticas (la teoría M, sin duda puede dejar atrás bastantes de los postulados de este libro).
Pero para hacerse una buena idea del desarrollo contemporáneo de la física y la matemática y tener una noción básica de las teorías de la relatividad especial y la física cuántica junto con la filosofía subyacente a las mismas (determinismo vs. libre albedrío), es un libro bastante bueno.
Eso sí, como el propio Penrose recomienda, cuando no se entienda una de las innumerables fórmulas, planteamientos o postulados matemáticos o físicos, lo mejor es pasarlos por alto y seguir avanzando en la lectura.
Mi recomendación es, sin duda, coger este libro con fuerzas e interés, puesto que aunque en algunos momentos puede resultar soporífero, sin duda es recomendable en los términos citados en el párrafo anterior.
Enmadrid, agosto de 2010.