La leyenda de Ys, la ciudad celta sumergida

La leyenda de Ys, una de las más antiguas y bellas que se reconocen como de auténtica herencia celta, permaneció confinada en el olvido del folclore bretón hasta 1.839, cuando Théodore Hersart de la Villemarqué publicó una colección de canciones populares recogidas de la tradición oral, el Barzaz Breiz.

La colección tuvo amplia difusión en Europa, lo que permitió que el rico folclore bretón saliera del olvido. Una de las más antiguas canciones del cuento fue precisamente la que nosotros publicamos hoy.

La leyenda de Ys

Desde que Villemarqué recuperó esta leyenda, apareció referida en diferentes obras, como en la ópera El rey de Ys de Édouard Lalo estrenada en Parí­s en 1888 y en el célebre y bellísimo preludio de Claude Debussy titulado «La cathédrale engloutie» (1910) que recrea la catedral sumergida en la ciudad de Ys y el sonido de sus acuáticas y espectrales campanas.

La ciudad de Ker-Ys

Una antigua leyenda celta narra la historia de una ciudad sumergida en las gélidas aguas del Mar del Norte. Se trata de la ciudad más bella que jamás contemplaran los hombres, aquella que se llamó Ys.

Ile Tristan

Mapa de las naciones celtas

La leyenda de origen bretón denomina a esta ciudad Ker-Ys, que podríamos traducir como «Fortaleza de las Profundidades» y es una de tantas leyendas del mundo celta que hace referencia a ciudades sumergidas (por ejemplo el equivalente galés serí­a Cantre’r Gwaelod), pero la que vamos a tratar a continuación es quizás la más completa y hermosa de todas.

Gradlon el Grande y la valkiria

La historia comienza con un rey originario de Cornualles, Gradlon, poseedor de una gran flota de barcos que dominaba con puño de hierro las gélidas aguas entre Kernow y el frío Norte.

Gradlon, excelente estratega y experto marinero, se hizo rico a costa de saquear a sus enemigos. Sus hombres combatieron junto a él durante años hasta que un día, tras atacar una fortaleza, cansados de las constantes batallas, se rebelaron. Muchos habían muerto de frío y los supervivientes decidieron regresar a casa para encontrarse con sus esposas, ver crecer a sus hijos y vivir en paz.

Así abandonaron a su rey en lo que se cree serían las costas de Noruega.

Gradlon les permitió marchar, encontrándose de repente totalmente solo en tierra inhóspita, apesadumbrado por la deserción de sus propios hombres tras innumerables batallas y aventuras.

La Reina del Norte

Quizá la reina del norte fuera así de bella…

De pronto notó una presencia cerca de él, una potente sensación como jamás habí­a conocido.

Alzó la cabeza y vio de pie junto a él una pálida figura femenina luciendo un precioso collar de plata que brillaba bajo la luz apagada de las estrellas del Norte. Sobre sus hombros caían finas hebras de una cabellera rojiza. Aquella impactante belleza era Malgven, la Reina del Norte, soberana de las tierras hiperbóreas.

Extendió su mano e instó a Gradlon a levantarse, hablándole para ofrecerle una propuesta:

«Se de ti, Gradlon, que eres valiente y habilidoso en la batalla, joven y vigoroso, a diferencia de mi esposo, que es viejo y decrépito. Su espada está oxidada y en desuso. Ven conmigo, juntos podríamos acabar con él y yo regresaría a tú tierra de Kernow como tu esposa.»

Hechizado por la mujer, Gradlon se enamoró perdidamente de ella y juntos asesinaron al anciano rey del Norte, llenaron por completo un cofre con oro y montaron sobre Morvarc’h, un corcel negro como la noche que despedía fuego con cada inspiración. Con Morvarc’h surcaron veloces sobre las espumantes crestas de las olas y alcanzaron en breve a los hombres que habían huido en sus naves.

Gradlon tomó la nave insignia y navegó hacia el Este pero la tormenta que les azotaba tornó en violenta tempestad y los alejó hacia el Noroeste, a reinos y lugares desconocidos.

Pasó un año antes de que pudieran encontrar el camino que les había de llevar de regreso a Kernow. En este épico viaje, Malgven dio a luz una niña, a la que llamó Dalhut. Sin embargo poco después Malgven cayó enferma y murió.

Graldlon, desconsolado por la pérdida de su amada, de regreso al hogar se encerró en su castillo para no salir nunca más, roto por el dolor.

Dahut, belleza de otro mundo

Su hija fue creciendo hasta transformarse en una joven de singular belleza aunque de carácter caprichoso.

Dahut era una criatura extraña que frecuentaba la soledad de los acantilados y permanecía horas mirando ensimismada al horizonte. Al igual que su madre estaba muy unida al mar, por lo que un día pidió a su padre que construyera una ciudadela.

El padre no pudo sino cumplir el deseo de su amada hija e inmediatamente ordenó a cientos de arquitectos, artesanos y herreros llevar a cabo la construcción de una ciudad bajo el nivel del mar (en la misma orilla según otras versiones), encerrada por altos muros de piedra en la costa de Bretaña. Se cree que donde está la actual bahía de Douarnenez.

Los impenetrables muros de piedra protegían a la ciudad de la furia de los vientos y el único acceso se producía a través de una puerta de bronce gigantesca de la que sólo Gradlon tenía la llave. Sus majestuosas cúpulas y tejados parecían emergen del mar. A esta magnífica construcción la llamaron Ys.

Cada tarde, cuando los pescadores regresaban de faenar y pasaban ante la ciudad, contemplaban a una hermosa mujer que mientras jugueteaba con su dorado cabello cantaba a las olas que se mecí­an serenas a sus pies:

"Ocean, beautiful one of blue, embrace me, roll me on the sand
I am thine, lovely Ocean blue
Born upon amidst thy waves and foam was I;
As a child I played with thee
Ocean, magnificent Ocean, blue
Ocean, beautiful one of blue, embrace me, roll me on the sand
I am thine, lovely Ocean blue
Ocean, arbiter of boats and men, give me thy wrecks
Gold-trimmed, jewel-bedecked treasure fleets
Bring handsome sailors to my gaze,
To use and then return to thee
Ocean, beautiful one of blue, embrace me, roll me on the sand
I am thine, lovely Ocean blue".
"Océano, hermoso azul, abrázame, hazme rodar sobre la arena
Soy tuya, hermoso Océano azul
Nací entre tus olas y espuma fui;
De niña jugaba contigo
Océano, magnífico Océano, azul
Océano, hermoso azul, abrázame, hazme rodar sobre la arena.
Soy tuya, hermoso Océano azul
Océano, árbitro de barcos y de hombres, dame tus restos
Flotas de tesoros y joyas con adornos dorados
Trae apuestos marineros a mi lado,
Para utilizarlos y luego regresar a ti
Océano, hermoso azul, abrázame, hazme rodar sobre la arena.
Soy tuya, hermoso Océano azul".

Sin embargo por las noches Dahut llevaba una existencia disoluta y desenfrenada que hacía murmurar a los súbditos de Ys. San Guénolé (en bretón Gwenole o Gwennole), fundador y primer abad de la abadía de Landévennec, en la Bretaña, se quejó al rey y profetizó que eso causaría la ruina de Ys.

Bahí­a de los Muertos

Bahí­a de Trepasses, la Bahía de los Muertos, 30 kilómetros al Oeste de Douarnenez (Bretaña), donde iban a parar los infelices asesinados por Dahut.

La hija del rey encandilaba a todos los hombres y al llegar la noche se cubría el rostro con una máscara negra y los llevaba a su alcoba prometiendo amor eterno. Pero al alba, la máscara apretaba el cuello de sus amantes hasta asfixiarlos.

Una vez que el pobre infeliz caía muerto, la máscara volvía a la cara de Dahut y ésta ordenaba a un jinete arrojar el cuerpo a un profundo acantilado llamado la bahía de los Muertos, donde el agua rugía como el fuego. Era su ofrenda al Océano.

El jinete que desató la calamidad

La vida continuó así durante años y la ciudad de Ys, a pesar de sus excesos, prosperó gracias a la recompensa que hasta ella llevaba el océano como consecuencia del pacto de la bella Dahut con el mar.

Una nubosa mañana un extraño jinete ataviado con larga túnica púrpura se aproximó a Ys a lomos de un magní­fico caballo negro.

Dahut salió a su encuentro con su mejor sonrisa pero el extraño no la miró. Contrariada, arregló todo para que el extranjero se sentara con ella durante el festival de la tarde y lo agasajó con cuentos y leyendas. Finalmente él correspondió entrelazando sus manos con las de ella y susurrándole palabras hermosas al oído.

De forma repentina, una rugiente ráfaga de viento procedente del mar recorrió la ciudad. Dahut puso una tranquilizadora mano sobre el brazo del apuesto galán y le dijo:

«Ya puede el viento rugir o el mar enfurecido bramar, que el pórtico de esta ciudad es poderoso y sólo mi padre puede abrirlo con la llave que pende de su cuello».

«Tu padre, el rey, duerme a esta hora -dijo el extranjero- y si quisieras podrías apoderarte de la llave fácilmente. De hecho sería una hermosa prueba de amor hacia mí­.»

Hipnotizada por los ojos del enigmático caballero, Dahut decidió cumplir sus deseos, se adentró en la cámara de su padre y le arrebató la llave.

En ese instante preciso, una ola monstruosa más alta que la más elevada de las montañas se cernió sobre Ys. El atronador ruido despertó a Gradlon e inmediatamente encontró los ojos de Dahut, quien escondiendo su mentira imploró: «Padre, el mar ha abierto una brecha en los muros. Montemos a Morvarc’h y escapemos».

Gradlon cogió la mano de su hija y juntos escaparon sobre el corcel, justo cuando una gigantesca ola caía sobre la ciudad. El mar quería cobrar su tributo y trató de arrastrarlos al fondo a fin de que perecieran con la ciudad. Dahut, desesperada, se aferraba a su padre gritándole que la salvara.

Pero acompañando a un rayo resplandeciente que cruzó el cielo, una voz celestial ordenó: «Gradlon, deja a la princesa». Y surgiendo de las aguas apareció una figura pálida envuelta en oscuro hábito. Era San Guénolé, que reprendió a la princesa con estas palabras:

«Que la desgracia y el infortunio se ceben en ti, bruja, que has intentado arrebatar las llaves de la fortaleza de Ys».

«Padre, padre, ¡sálvame!», fueron sus últimas palabras antes de que Gradlon dejase que la engulleran las olas al haber comprendido la grave traición de su hija.

Las aguas lo cubrieron todo. El mar enfurecido había sepultado para siempre a todos los habitantes de Ys.

El rey consiguió salir a la superficie sobre Morvarc’h. Galoparon toda la noche a través de espesos bosques hasta llegar a una ciudad oculta entre dos ríos, al amparo de siete colinas, donde construyó la nueva capital del reino en la actual Quimper.

La huida del rey Gradlon. Evariste-Vital Luminais, Musée des Beaux-Arts, Quimper.

Dicen que Dahut volvió de entre los muertos convertida en una sirena que desde el mar profundo surge para aparecerse a los pescadores en noches de luna llena. También se dice que cuando la mar está en calma se escucha junto al susurro del viento el tañido espectral de las campanas de la antigua catedral de Ys.

Como dijimos, la leyenda sugiere que la ciudad de Ys se encuentra en la Bahía de Douarnenez, en un lugar hoy conocido como Pouldavid-sur-Mer, cuyo nombre derivaría del bretón «Poul Dahut» (el agujero de Dahut) e indicaría el lugar en que la princesa fue tragada por las aguas.

Cuentan que la ciudad mitológica de Ys fue la más bella del mundo y que la denominación Parí­s vendría de «Par Ys», que en bretón significa «Igual que Ys». Así lo atestiguan dos antiguos proverbios bretones:

Abaoue ma beuzet Ker Is
N’eus kavet den par da Paris

Desde que desapareció la Ciudad de Ys,
nadie ha encontrado igual en Parí­s.

Pa vo beuzet Paris
Ec’h adsavo Ker Is

Cuando Parí­s sea engullida,
resurgirá la ciudad de Ys.

Ile Tristan

Ile Tristan, en Pouldavid, lugar en cuyas aguas se dice que yace hundida la orgullosa Ys. Según los lugareños, hay días en los que se oye el tañir de las campanas de su catedral…

Existen diferentes versiones de la historia para explicar el motivo por el cual Dahut decidió abrir las puertas de Ys.

Una de ellas hace referencia a que fue el propio Satán quien se hizo pasar por el caballero del que queda prendada la princesa para acabar con aquella ciudad por el mero placer de terminar con «la más bella de las ciudades».

El Rey Gradlon

Estatua del rey Gradlon erigida en la catedral de Saint Corentin, en Quimper (Francia), ciudad de la que es considerado fundador.

O bien que el Príncipe de las Tinieblas había pactado con Dios castigar a la ciudad donde reinaban la lujuria y otros excesos. Según dicho pacto las almas de los infortunados serían para Satán, quien los martirizará por el resto de la Eternidad.

¿Un santo en esta historia?

El nombre de este santo, abad de Landevennec fallecido en el S.VI d.C., se encuentra en casi cincuenta formas diferentes: Wynwallow Wingaloeus, Waloway, Wynolatus, Vinguavally, Vennole, Valois, Ouignoualey, Gweno, Gunnolo, Bennoc… No es posible distinguir la forma original de la denominación, aunque en Inglaterra lo más común es reconocerlo como Winwalloc o Winwalloe y en Francia como Guénolé.

El hecho de que en una historia céltica aparezca un santo católico resultará chocante.

Lo cierto es que, como ha pasado con muchas otras leyendas o festividades, el Catolicismo prefirió asumir como propias las tradiciones paganas, muy populares en lugares de profundo arraigo celta como pudieran ser Irlanda, Gales o la Bretaña francesa, ya que ahí la evangelización resultó sumamente difícil y de este modo podía ser transmitida con más facilidad la palabra de Dios.

Símbolos y significado

La moraleja parece clara: el mito de la ciudad de Ys simboliza la victoria del Cristianismo (San Guénolé) sobre el Druidismo encarnado por la lujuria de Dahut y sus poderes mágicos.

La corriente cristiana hace de Dahut una especie de prostituta en contraposición a la Virgen Maria, mientras que para la tradición popular bretona es una temida sirena que atrae a los marineros y provoca tormentas, simplemente una alegoría de los peligros de la mar.

Como otras muchas veces, la religión cristiana patriarcal se encargó de demonizar a un personaje hasta sepultar su antiquísimo origen pagano.

Añadiremos como punto final que las leyendas del mundo celta, como las de todas las mitologías, son narraciones ancestrales donde lo real, lo mágico y lo imaginario se entremezclan íntimamente con el único objetivo de transmitirnos un conjunto de mensajes.

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