La bomba que os hará gays
A lo largo de la historia, especialmente en los últimos cien años, la inteligencia militar (pedazo de oxímoron) no ha dejado de investigar y desarrollar técnicas y experimentos arriesgados, ingeniosos, sofisticados, costosos y por qué no decirlo, a veces también inútiles.
Fueron principalmente nazis, británicos y norteamericanos durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, mientras que rusos y norteamericanos protagonizarían más tarde una escalada de tensión que desató el desarrollo de muchos proyectos secretos durante el período de la Guerra Fría y hasta la actualidad.
A lo largo de tan amplia etapa, han sido numerosos en el ejército de Estados Unidos los estudios de todo tipo de armamentos, explosivos y tácticas ideadas para derrotar o infringir graves daños al enemigo. Contaban con una disponibilidad de presupuesto muy por encima de cualquier otro ejército del mundo, aunque también es preciso recordar que todo ello es el producto de una poderosa industria armamentística, sin olvidar el carácter paranoico marca de la casa.
Dentro de tales proyectos no resulta difícil descubrir unos cuantos verdaderamente insólitos, desde la bomba murciélago a las pruebas con gas nervioso, pasando por la Parapsicología (véase Los hombres que miraban fijamente a las cabras), las sustancias alucinógenas o la utilización de soldados que no necesitan dormir.
También podría recordase el gran Panjandrum, espectacular artefacto que constaba de dos ruedas unidas cargadas de explosivo para ser lanzada sobre fortificaciones y que nunca funcionó satisfactoriamente, las Bouncing bombs de las que hablábamos en una ocasión o aquella perversa idea de crear sustancias químicas para provocar que enfurecidos enjambres de avispas atacasen al enemigo.
De vez en cuando se dan a conocer historias nuevas en base a documentos desclasificados. ¡Quién sabe cuántas experimentaciones permanecen todavía ocultas!
En 2004 se supo que diez años antes, el laboratorio Wright del Ejército del Aire de los EEUU en Dayton (Ohio), solicitó 7,5 millones de dólares para desarrollar una bomba que conteniendo un producto químico de efecto poderoso y afrodisíaco, llevaría a «un comportamiento homosexual» y minaría «el espíritu y la disciplina de las unidades enemigas».
No se trataba de un artefacto que aniquilara homosexuales, sino de una bomba que transformaría a los soldados enemigos en homosexuales, lo que resultaba igualmente descabellado.
Como es lógico, la ciencia no supo dar con un afrodisíaco tan potente, capaz de convertir una masa humana en una macro orgía con un simple petardazo químico. Pero aún así el Pentágono tardó 7 años en desechar la idea, así que al menos algo investigaron…
Si de repente encuentras irresistible a tu compañero de trinchera, es que tal vez ya has sido alcanzado por la bomba gay.
Están locos estos americanos.
Fuente | No puedo creer que lo hayan inventado.
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