El síndrome de la rana hervida

El llamado «Síndrome de la rana hervida» parte de la siguiente premisa: si ponemos una rana en una olla con agua hirviendo saltará instantáneamente, en cambio si la introducimos en agua tibia y luego se lleva a ebullición muy despacio, el animalico no percibirá el peligro y morirá abrasado.

Por supuesto no es cierto; una rana en agua hirviendo morirá, mientras que dentro del agua que calentamos gradualmente se escabullirá tan pronto como pueda.


La analogía procede del libro La rana que no sabía que estaba siendo hervida y otras lecciones de vida del escritor franco-suizo Olivier Clerc, especialista en literatura de desarrollo personal y aunque se trate de una historia un tanto sombría, ilustra poderosamente un tema recurrente.

El síndrome de la rana hervida (Boiling frog en inglés) se utiliza con frecuencia como metáfora de la incapacidad o falta de voluntad que tenemos las personas para reaccionar o ser conscientes de amenazas siniestras que se producen de manera lenta en lugar de repentinamente.

Esta alegoría resulta muy útil para ilustrar puntos de vista variados en política, economía, negocios, psicología o ámbito laboral. En esencia, diríase que tendemos a consentir cosas que nos arrastran lenta pero inexorablemente hasta perder el control de la situación y así un día es posible que despertemos en agua hirviendo.

En el campo de la psicología se habla de dicho síndrome cuando un individuo es incapaz de reaccionar ante situaciones de estrés o de maltrato sutil que progresivamente lo convierte en sujeto pasivo ante su propio desgaste emocional.


De manera consciente o inconsciente nos adaptamos a las condiciones que van presentándose, permitiendo que continúen relaciones o hechos perjudiciales que minan nuestro bienestar mental y emocional. ¿Por qué algunas personas aguantan algo que les es francamente desfavorable?

Como mínimo hay dos motivos simples como son el miedo y la baja autoestima, actitudes que merman nuestra capacidad de reacción, nos arrinconan y de forma sutil y gradual toman el control.

Aunque no lo sepas, tu capacidad de aguante puede llegar a ser inmensa, lo que no impide que por dentro esté produciéndose un desgaste importante. Pero, ¿cómo identificar cuándo sucede algo así? Fácil decirlo cuando se trata de los demás, difícil identificarlo en uno mismo. Además la mente es muy traicionera.


Para que una perturbación no te tumbe mantienes la calma, algo que es signo de fortaleza y supervivencia pero, cuidado, no conviene soportar cualquier cosa con tal de no caer.

La razón de ser tan popular en política lo de la rana hervida reside en que de una manera sencilla advierte sobre la lenta erosión de las libertades civiles, por ejemplo.

Nadie en la Unión Europea sería partidario de tolerar un golpe de estado. Lo afirmaríamos con absoluta convicción y sin embargo muchos parecen haber admitido sin más el deterioro de nuestros valores democráticos más queridos y hoy vivimos el riesgo de normalizar rápidamente condiciones que, pensábamos, no íbamos a permitir en modo alguno, como si una amnesia colectiva se hubiera apoderado del paisaje.


Y ¿qué decir del cambio climático? Estábamos convencidos de que nada grave sucedería si el calentamiento del planeta discurría lentamente a través de incrementos casi imperceptibles. Sin embargo ahora la tierra se ha puesto peligrosamente caliente y vemos alternarse episodios extremos sin precedentes. Hemos conseguido convertir al clima en un viejo chiflado a la vez que esquilmábamos los recursos naturales sin miramientos.

Existen investigaciones que demuestran una adaptabilidad aterradora de los seres humanos en este difícil siglo XXI. Sólo hay que recordar la película No mires arriba uno de los mejores retratos posibles del signo de estos tiempos presididos por la estupidez y el negacionismo. Mientras un asteroide se dirige a la tierra para aniquilarla miramos a otro lado y seguimos a lo nuestro.


Como metáfora de la forma en que los seres humanos navegan imperturbables hacia un terrible futuro de cambio climático irreversible, el síndrome de la rana hervida resulta perfectamente adecuado.

Y volviendo a la psicología, teóricamente sabemos lo que es bueno y lo que no respecto al bienestar personal, no obstante cuesta mantenerse alerta o saber decir basta. No es extraño que los buenos hábitos y las mejores intenciones se deslicen por otro camino y acabemos prisioneros del estrés y la ansiedad, sin mucha capacidad de reacción.

La vida corre tan deprisa que no da tiempo a pensar mucho. Siempre están ocurriendo cosas nuevas y no te quejas demasiado, vas adaptándote. Aceptamos una tarea más, otra responsabilidad, perdemos horas de descanso por un fin superior y de repente no hay nada, nos encontramos en caída libre, solos y derrotados.

Ante esto sólo cabe la determinación de ser uno mismo y decir no a lo que no nos conviene. Queda bien bonito pero, ya se sabe, «consejos vendo que para mí no tengo». Al menos nunca dejes de acariciar el deseo de vivir de otro modo.

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