El retorno de los Tigres de Malasia
Transcurre 1877. Con canas, cercanos a los 60 años y con las marcas que deja una vida guerrera, Sandokán y Yáñez tienen que abandonar el retiro porque un enemigo misterioso y cruel que destruye poblaciones enteras, los tiene en la mira. Y se corre la voz esperanzada por los poblados de Borneo, los mercados malayos y las olas del mar de Célebes: ¡vuelve el Tigre de Malasia!
Vuelve, sí, con un velero de dos palos, motores y potente artillería camuflada bajo cubierta. Vuelve, con un anciano y desdentado Samblion, su contramaestre de antiguas correrías a bordo de «El Mariana». Retorna de la mano de Paco Ignacio Taibo II -PIT II, para ahorrar distancias- con la novela El regreso de los Tigres de Malasia, que acaba de presentar Planeta en España.
Hace ya muchos años que Emilio Salgari, condenado a escribir 22 páginas cada día para vivir miserablemente, se suicidó rajándose el vientre con una daga oxidada. Dejaba una carta que apuntaba acusadora a sus editores, enriquecidos con las aventuras de su héroe, Sandokán.
Muerto Salgari, varios autores, con dispar suerte, continuaron la saga, pero un día fue pasado. Hasta hoy. ¿Que lleva a un escritor a resucitar, con su propia voz, al apasionado Tigre de Malasia? Conversamos con PIT II caminando Barcelona y en Casa Leopoldo, donde había estado por última vez hace quince años, compartiendo platos con Manuel Vázquez Montalbán.
-Sabemos de tu pasión por Sandokán, pero ¿cuándo se gestó esta necesidad de volverlo a la vida?
– Cuando yo tenía nueve años, y me contagió su profundo antiimperialismo. Me descubrió la despiadada presencia de los imperios en todo el mundo, haciendo negocios a costa de lo que fuera, como la guerra del opio en China. Salgari no fue valorado, en su tiempo, por los cultos, que preferían a Verne. Lo tenían como un escritor de segunda, pero su mirada sobre el papel de los imperios lo muestra más lucido que muchos otros. Es bueno recordarlo, porque los imperios siguen allí, no es algo del pasado.
– Dices en el prólogo de este libro que prefieres a Salgari que a su opuesto, Julio Verne. Sin embargo Verne tiene al capitán Nemo, a bordo del Nautilus, empeñado en una guerra antisistema.
– Son muy distintos. Nemo es un nihilista y Sandokán un anarco libertario. Uno, solitario, quiere cargarse todo el otro conecta con la gente, con los pueblos, es solidario. Además, Verne era insoportablemente pedagógico, demasiado reflexivo, en tanto que Salgari describe a sus personajes en la acción, algo propio de la literatura moderna. Desde los nueve años supe que estaba del lado de Salgari (Ríe) Y si uno no puede ser pirata, al menos puede escribir otra aventura de Sandokán.
– Puestos a escudriñar, se presenta el interrogante: ¿Cuánto hay tuyo y cuanto de Salgari en esta resurrección de los Tigres de Malasia?
-Hace poco, creo que cuando lo presentamos en Buenos Aires, me preguntaron sobre este Sandokán, de Salgari. Y dije: ¿De Salgari? ¡Este es mío! Es que la literatura se alimenta de sí misma todo el tiempo, es inevitable la intertextualidad. Todos los libros que hemos leído están en nosotros y tomamos cosas de unos y de otros sin darnos cuenta. Este Sandokán es el que creó Salgari, pero en esta novela es mío. La misma esencia antiimperialista, pero profundizando en el mundo en que se movía como, estoy seguro, hubiera querido hacer Salgari, pero no pudo.
-Está claro que PIT II y Sandokán coinciden en la condena a los imperios. En su novela, Yáñez, el compañero de luchas del Tigre de Malasia, descarga ácidas ironías sobre los ingleses y la reina Victoria.
-Sí, no sé de dónde saca tanto odio. (Ríe) Los imperios hicieron verdaderas atrocidades en nombre de un antagonismo falso: civilización o barbarie. Lo dice Yáñez: cuando en la India florecían las artes, los templos y la civilización, los ingleses todavía eran primitivos.
-Es de suponer que te has divertido mucho escribiendo esta novela, porque está llena de homenajes, como el que hace a Federico Engels y la Comuna de París. O presencias, como la de Kipling o el Hombre Ilustrado de Bradbury.
-Es cierto, me he divertido mucho. Primero releyendo todas las novelas de Salgari, y libros de viaje, diccionarios de armas, historia de ese tiempo, muchos documentos, para llegar a la conclusión de que si Salgari había escrito con poca información y dudosos mapas ¿por qué yo iba a hacer algo distinto? Así que jugué mucho, cruzando historia y ficción. La ficción es una herramienta inmejorable.
-Olvidaba un homenaje muy especial a un malo de novela, el profesor Moriarty, enemigo de Sherlock Holmes.
-Es notable que siendo el más malo de los malos en las novelas de Sherlock Holmes apenas se dice nada de él. Por supuesto, como lo necesitaba para este regreso de Sandokán, me lo tuve que inventar. (Ríe)
-En las novelas, digamos originales, Yáñez, el europeo renegado y Sandokán el visceral, no tienen una vida sexual muy activa. La pasión trágica de Sandokán por Mariana está sublimada en términos hiperrománticos. ¿Eran piratas o ascetas?
-Había cosas de las que Salgari no podía hablar, porque sus lectores eran poco más que adolescentes, pero yo sí. Por eso los envío un par de veces a prostíbulos asiáticos y, cómo no, integro el Kama Sutra a la zaga salgariana. ¿Reprimidos en la India, con una cultura de la sensualidad muy refinada? ¡Eso quedaba para las abuelitas inglesas! (Ríe)
A los postres, Paco Ignacio Taibo II recordaba aquella vez en que recaló en Casa Leopoldo con “Manolo”. Éste, para justificar ante los dueños que reemplazara el vino por su habitual Coca-Cola argumentó que el astur-mexicano acaba de salir del siquiátrico y estaba un poco loco. ¿Esta resurrección de Sandokán demuestra que tenía razón? Si es así, la edición de El Regreso de los Tigres de la Malasia en Latinoamérica, España e Italia, indica que los locos pueden ser multitud. Como diría Sandokán: lectores ¡al abordaje!
Publicada en Sigueleyendo, el 24 de enero de 2011.
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