El Peak Oil y fin del sistema

En 1956 un geofí­sico norteamericano, Marion Hubbert, enunció una curiosa teorí­a a la que generalmente se le ha negado la credibilidad pero siempre se ha mirado de reojo: la teorí­a del cenit del petróleo, más conocida por Peak Oil (pico petrolero o cénit petrolero).

Hubbert, que trabajaba para la petrolera Shell en Texas, se dio cuenta de que la extracción de petróleo de un pozo seguí­a un comportamiento gausiano: la extracción del crudo puede ir en aumento hasta un punto máximo a partir del cual se hace cada vez más difí­cil hasta ser impracticable.

La razón de esto reside en que hace falta un gasto energético para conseguir sacar el petróleo del pozo y llega un momento, cuando se ha rebasado ciertos lí­mites, que esta tarea aumenta su coste mientras que disminuye la cantidad de combustible obtenido. Cuando el coste de obtener el petróleo del pozo y refinarlo para convertirlo en una fuente de energí­a válida es mayor que la cantidad de combustible obtenido, el yacimiento deja de ser rentable.

A Hubbert se le ocurrió la idea de que tal esquema puede ser aplicado no sólo a pozos determinados, sino a la extracción de petróleo a escala general, así­ que, dadas las condiciones iniciales y las reservas de petróleo estimadas en los años sesenta calculó cuándo serí­a el «peak oil», el cenit de la extracción petrolí­fera. Predijo, por ejemplo, que los pozos norteamericanos alcanzarí­an este máximo en torno a 1970, y sólo se equivocó un año, ya que esto se produjo en 1971; desde entonces, como predice su teorí­a, la extracción norteamericana no deja de caer, situándose en la actualidad en los niveles de los años cuarenta.

También, como era de esperar, predijo cuándo se producirí­a el máximo con respecto a la producción mundial situándolo entre 1995 y el año 2000; en esto, como sabemos se equivocó, ya que desde 1995, el incremento de la producción no ha dejado de aumentar, como respuesta al aumento de la demanda debido al auge económico de los últimos años.

Esta equivocación, no obstante, puede no deberse a un fallo de la teorí­a, sino a lo que suele denominarse la «sensibilidad inicial»; y es que una curva de Gauss es muy sensible a las variaciones que pueda haber en la consideración de los datos al trazar la ecuación: si tomas unos datos sensiblemente diferentes, el resultado también varí­a considerablemente. Y, por supuesto, Hubbert en los años cincuenta, no sabí­a que, por ejemplo, en el año 73 se iniciarí­a una crisis económica que harí­a descender considerablemente la demanda de crudo a nivel mundial, y algo semejante, aunque a menor escala, ocurrirí­a al comienzo de la década de los noventa.

Por esta razón, algunos matemáticos, recalculando la predicción, pero con los nuevos datos, han calculado que tal pico de producción deberí­a sobrevenirnos en el año 2010, dentro de un año y medio, más o menos.

Pero, es de resaltar que, ya se está hablando en algunos ámbitos que tal pico se alcanzó de forma real y efectiva hace tres años, tras el huracán Katrina, cuando Estados Unidos pidió a los Emiratos Árabes que aumentaran la producción para paliar los efectos de tal catástrofe; la respuesta árabe fue sorprendente: no tení­an capacidad para aumentar el número de barriles ya que estaban al máximo de producción.

Todo esto ha motivado que no falten las voces que desde diversos ámbitos achacan esta crisis económica en la que estamos entrando al efecto Peak Oil, señalando que no es una crisis pasajera, sino que la escasez ha venido para quedarse, y por muchos años.

Si la teorí­a es correcta, a medida que pase el tiempo, la producción de petróleo irá descendiendo a un ritmo animoso, lo que hará aumentar incesantemente los precios y, de forma progresiva, irán entrando en barrena primero las economí­as más débiles y tras estas todas las demás.

No obstante es cierto que, aunque los defensores de la teorí­a de Hubbert son muchos, esta no es la única explicación de la actual crisis del petróleo. La explicación oficial, que lo es seguramente por ser la más tranquilizadora, achaca la crisis al auge de las economí­as emergentes, especialmente China e India. Estos dos paí­ses se han convertido los últimos años en grandes demandadores de combustible, lo que encarece los precios ya que hay más demanda y, de momento, la misma oferta.

Pero si esto es cierto, también lo es el hecho de que la OPEP ya ha avisado de que está llegando al lí­mite de su capacidad, y Escandinavia o Rusia llegaron a este lí­mite hace tiempo.

Implicaciones del pico del petróleo

La llegada del pico del petróleo provocarí­a una escasez de dicho recurso. Pero esta escasez serí­a diferente a todas las sucedidas en el pasado ya que sus causas serí­an muy distintas.

Los anteriores perí­odos de escasez tuvieron más que ver con razones polí­ticas que con problemas reales en la extracción de los recursos. Esta vez, en cambio, el motivo fundamental será la falta de crudo suficiente para abastecer a toda la demanda.

Los efectos y la gravedad de dicha escasez dependerán de lo rápido que decrezca la producción y de si se adoptaron medidas preventivas para adaptar la sociedad al uso de energí­as alternativas. Pero puede que esas alternativas ni siquiera lleguen a tiempo. En ese caso todos los productos y servicios que requieran el uso de petróleo escasearán disminuyendo el nivel de vida de todos los paí­ses.

Los escenarios futuros van desde un más que probable colapso de la sociedad industrializada hasta los que afirman, no sin cierta fe en ello, que la economí­a de mercado o las nuevas tecnologí­as resolverán el problema.

Catástrofe

El crecimiento económico y la prosperidad que vive el primer mundo desde la revolución industrial son debidas, en gran parte, al uso de los combustibles fósiles. Estos recursos fósiles inevitablemente tienden a ir decayendo ya que se consumen a una velocidad muy superior a la que son reemplazados (escalas geológicas).

Algunos creen que el decrecimiento de la producción de combustibles producirá un impacto drástico en la civilización tecnológica moderna ya que esta es fuertemente dependiente del petróleo como combustible, como acumulador quí­mico, y para la industria de los fertilizantes. Los EE. UU. son especialmente dependientes de esta materia prima. Alrededor de un 90% del transporte de la primera potencia mundial hace uso del petróleo.

Algunos vaticinan que ocurrirá una catástrofe maltusiana a medida que se incremente la ineficiencia en la producción de crudo. Desde la década de los 40 la agricultura ha incrementado enormemente su productividad, debido en gran medida al uso de pesticidas y abonos quí­micos así­ como de la mecanización de los procesos de cultivo y recolección. A este proceso se le llamó Revolución verde.

La subida en la producción de alimentos ha revertido en una subida en un crecimiento de la población sin precedentes en los últimos 50 años. Los pesticidas y fertilizantes tienen al petróleo como ingrediente básico.

La maquinaria agrí­cola también requiere petróleo. Sabiendo que, actualmente, por cada julio de comida se consumen entre 5 y 15 julios de energí­a en la producción y la distribución se ha especulado que una disminución en los suministros de crudo causarí­an el colapso de la agricultura moderna lo que revertirí­a en una drástica reducción de la producción de alimentos, precedida de un aumento drástico en los precios de los mismo (ver Crisis alimentaria mundial (2007-2008)). Su escasez podrí­a producir hambrunas masivas.

La escasez de petróleo podrí­a forzar a cambiar los métodos agrí­colas hacia la llamada agricultura biológica menos dañina medioambientalmente pero también menos intensiva. La nueva agricultura requerirá también una mayor mano de obra lo que obligará a que mucha gente deje las ciudades para desplazarse al campo invirtiéndose la tendencia predominante en las sociedades industriales de migración de gente del campo a las ciudades. Otro posible efecto derivado se harí­a notar en las sociedades cuyo transporte y urbanismo son altamente dependientes del petróleo como es el caso de Europa pero, sobre todo, los EEUU.

En Norteamérica los efectos de la escasez de crudo serí­an especialmente dramáticos. La mayorí­a de los estadounidenses viven en los llamados suburbios, zonas de baja densidad y de construcción residencial extensiva concebidas para el uso del automóvil. La estrecha relación entre el coche y el tipo de vivienda hacen del suburbio americano un sistema insostenible. La falta de combustible para sus coches obligarí­a a muchos norteamericanos a desplazarse a zonas de mayor densidad de población. Los suburbios podrí­an convertirse en los barrios bajos del futuro.

Existe un movimiento que pretende abordar este problema llamado New Urbanism que busca hacer evolucionar los suburbios hacia barrios de mayor densidad construyendo nuevas edificaciones no tan extensivas.

El medio ambiente podrí­a también verse afectado. Cuando la producción de crudo empiece a declinar la humanidad podrí­a aumentar el uso de energí­as aún más contaminantes como el carbón, del cual aun quedan reservas significativas en la Tierra. Esto podrí­a acelerar el calentamiento global y los problemas sanitarios como el cáncer y las intoxicaciones por metales pesados.

Recesión

Un escenario no tan apocalí­ptico supone un lento ritmo de agotamiento y una lenta transición hacia energí­as alternativas lo que podrí­a causar un gran parón en la economí­a, lo que se conoce por recesión o depresión debida a los altos precios de la energí­a.

Históricamente existe una estrecha correlación entre las subidas del precio de los carburantes y los bajones económicos.

La inflación también está enlazada con las subidas en el precio del petróleo. A pesar de todo los economistas están en desacuerdo sobre la intensidad y las causas de esta asociación. La economí­a mundial podrí­a volverse menos dependiente del petróleo que durante los primeros momentos de la crisis. En comparación, las recesiones de principios de los años 1970 y de principios de los años 1980 se debieron a un relativamente breve periodo en el que la disponibilidad de energí­a menguó sustancialmente; el posible futuro de una subida de precios debida al agotamiento real de los recursos augura un periodo de recesión mucho más profundo y prolongado que los vividos hasta ahora.

Por suerte o por desgracia todo apunta a que vamos a ser espectadores de un cambio, algo siempre tan emocionante como intranquilizador. Así­ que, como dirí­a mi abuela, «que Dios nos pille confesaos».

Fuentes: Wikipedia y Feacios

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