El padre del pintor
El gran pintor Henri de Toulouse-Lautrec pertenecía a una de las más antiguas familias de Francia, no en vano su nombre completo era Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa Tapié de Celeyran.
Sus padres eran primos y esa consanguinidad practicada en la familia desde siglos atrás pudiera ser responsable de la enfermedad que él padeció y que afectó a sus huesos. No pasó de 1,52 m. de estatura.
Su padre, el conde Alphonse Charles de Toulouse-Lautrec, fue un personaje bastante excéntrico que acostumbraba a pasear sobre una yegua blanca por los parques parisinos, desmontaba, ordeñaba a la yegua y luego tranquilamente se bebía la leche.
Odiaba el «mundo moderno» que le había tocado, en especial el arte moderno al que, curiosamente, consagró la vida su hijo.
Por otro lado sufría la fobia de los puentes; si se encontraba con alguno invariablemente buscaba otro camino o cruzaba el río a nado. Al llegar el verano, si tenía que viajar en tren lo hacía en traje de baño y si el calor apretaba un poco más no tenía inconveniente en desnudarse.
Cuando su hijo enfermó estuvo a su lado en el lecho de muerte… matando moscas con una goma. Con sólo 37 años la delicada salud del pintor dijo basta y su padre el conde se subió al furgón funerario para coger las riendas y conducir a su hijo a su última morada como se merecía un caballero.