El misterioso manuscrito Voynich
El denominado Manuscrito Voynich es considerado el libro ilustrado más raro del mundo porque su contenido parece incomprensible, está escrito por un autor desconocido y en un alfabeto no identificado.
Por todo ello constituye un galimatías al que no se encuentra sentido pese a los esfuerzos que se han dedicado para desentrañarlo.
Las pruebas del carbono 14 indican que estamos ante un pergamino escrito en algún momento entre 1404 y 1438.
¿A quién debe su nombre?
El nombre del manuscrito se debe al revolucionario, anticuario y bibliófilo Wilfrid M. Voynich (1865-1930), quien lo adquirió en 1912.
Voynich nació como Michail Habdank-Wojnicz en Telšiai, entonces parte del imperio ruso y ahora perteneciente a Lituania, en una familia noble polaca-lituana. Estudió en las universidades de Varsovia, San Petersburgo y Moscú graduándose en Química y Farmacia.
Partidario de la independencia de Polonia del imperio ruso, en 1885 se unió a la organización revolucionaria Proletariat. Dos años después es arrestado por la policía rusa y deportado a Siberia, de donde se fugó en 1890 huyendo a Alemania.
Cuando se ocultaba en Hamburgo, según relató en su biografía, con la venta de su abrigo y sus gafas compró un pasaje de tercera en un barco de carga que transportaba fruta a Inglaterra.
En Londres conoció a Ethel Lilian Boole, la hija pequeña del matemático George Boole (padre de la Lógica Booleana), con quien se casó en 1902. Ambos cónyuges se dedicaron a escribir y enviar a Rusia literatura revolucionaria y tradujeron al inglés obras de Marx y Engels.
Al obtener en 1904 la ciudadanía británica, Wojnicz anglicanizó su nombre al que conocemos: Wilfrid Michael Voynich (a menudo añadía «von» al apellido para impresionar a sus clientes, lo que da pistas acerca de su personalidad).
Por esa época comenzó a interesarse por los libros y manuscritos antiguos y abrió una librería en el Soho donde acudían coleccionistas en busca de libros descatalogados, incunables o muy difíciles de encontrar.
En 1912 halló en la biblioteca del colegio jesuita de Villa Mondragone en Italia el manuscrito que hoy lleva su nombre y que compró a bajo precio junto con otros libros. Intentó descifrarlo remitiendo copias a diversos expertos aunque sin resultado.
Tras comenzar la guerra del 14 embarcó en el célebre RMS Lusitania —hundido un año después por un submarino alemán— rumbo a Nueva York donde continuó con su oficio de bibliófilo. Con el tiempo prosperó tanto como para abrir delegaciones en París, Florencia y Varsovia.
Voynich murió en Nueva York en 1930 de cáncer de pulmón.
Descripción del manuscrito
Al Manuscrito Voynich le faltan algunas páginas, quedando alrededor de 240. La mayoría de ellas presentan ilustraciones o diagramas y algunas son hojas plegables. Todo parece indicar que el orden original de los pliegos pudo haber sido diferente al de hoy.
El texto está escrito con pluma de ave y las figuras dibujadas con pintura de colores. El texto parece posterior a las figuras.
Ilustraciones
Las ilustraciones no aclaran los contenidos del texto aunque permiten apreciar que el libro consta de distintas secciones:
Herbario. Cada página muestra una o dos plantas en un formato típico de la época.
Astronómica. Contiene diagramas circulares (soles, lunas, estrellas), lo que sugiere que trata de astronomía o astrología. Cada símbolo está rodeado por exactamente 30 figuras de mujeres en miniatura, la mayoría de ellas desnudas, cada una sosteniendo una estrella.
Biológica. Un texto denso y continuo con figuras de pequeñas mujeres desnudas tomando baños en balnearios públicos o tinas interconectadas por una elaborada red de tuberías, algunas de ellas claramente en forma de órganos del cuerpo. Hay mujeres que llevan coronas, posiblemente sean ninfas.
Cosmológica. Más diagramas circulares de naturaleza desconocida. Esta sección posee páginas desplegables, una de ellas con una especie de mapa con seis «islas» conectadas por calzadas, castillos y posiblemente un volcán.
Farmacéutica. Varios dibujos de plantas (raíces, hojas, etc.) y objetos similares a jarras farmacéuticas.
Recetas. Muchos párrafos cortos, cada uno con una viñeta en forma de flor o estrella que hacen pensar en instrucciones para elaborar algo, presumiblemente un producto químico o alquímico.
El texto
El texto, bautizado como «voynichés» está escrito de izquierda a derecha con un margen derecho desigual. No hay signos de puntuación. Parece fluido, no da la impresión de haber sido calculado antes de escribirse y consta de más de 170.000 glifos, normalmente separados unos de otros por pequeños espacios.
Las palabras parecen seguir reglas ortográficas: algunos caracteres aparecen en cada palabra, como las vocales en el castellano, algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles mientras otros no…
El análisis estadístico del texto reveló patrones similares a lenguas naturales como el latín, sin embargo es diferente. Hay palabras que aparecen exclusivamente en ciertas secciones o solo en algunas páginas; otras son frecuentes en todo el manuscrito pero existen muy pocas repeticiones entre las miles de «leyendas» adjuntas a las ilustraciones.
Por otro lado, no existen palabras con más de 10 letras y la distribución de letras dentro de una palabra es peculiar: hay caracteres que aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final y algunos siempre en el medio.
El texto parece ser más repetitivo que los típicos idiomas europeos, con secuencias en las que la misma palabra aparece hasta tres veces consecutivas.
La historia del manuscrito
Dado que el alfabeto del Manuscrito Voynich no se asemeja a ningún tipo de escritura conocida y continúa sin ser descifrado, la única prueba práctica de su edad y origen -aparte del Carbono 14- son sus ilustraciones, en especial los atuendos y peinados de las figuras humanas y algunos castillos vistos en los diagramas. Todo ello parece característicamente europeo, de una época comprendida entre 1450 y 1520.
El primer dueño confirmado del manuscrito fue un tal Georgius Barschius, un oscuro alquimista que vivió en Praga a comienzos del siglo XVII, quien tras enterarse de que Athanasius Kircher, erudito jesuita del Collegio Romano, había descifrado los jeroglíficos egipcios (en realidad no logró resultados válidos), envió una muestra del manuscrito pidiéndole pistas.
La carta a Kircher de 1639 es la mención más antigua del manuscrito hallada hasta la fecha.
Se desconoce si Kircher respondió, aunque estuvo lo suficientemente interesado como para intentar adquirir el libro. Barschius se negó a venderlo.
Tras la muerte de Barschius el manuscrito pasó a manos de su amigo Johannes Marcus Marci, rector de la Universidad Carolina de Praga, quien rápidamente lo envió a Kircher convencido de que nadie más sabría leerlo.
La carta de Marci (1666) se encuentra aún adjunta al manuscrito y en ella menciona que fue adquirido por el emperador Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) por 600 ducados de oro. Dicha carta indica también que en la corte creían que el autor del manuscrito era Roger Bacon, el teólogo, filósofo y franciscano inglés del S. XIII.
No se encuentran menciones del libro en los dos siglos siguientes aunque probablemente lo conservaron en la biblioteca del Collegio Romano.
Parece que alrededor del año 1912 el Collegio Romano se encontraba en problemas económicos y decidió vender discretamente algunas de sus propiedades. Así fue cómo Wilfrid Voynich adquirió 30 manuscritos, entre ellos el que nos ocupa.
Después de la muerte de Wilfrid en 1930 el manuscrito lo hereda su viuda Ethel. Poco antes de morir en 1960, Ethel dejó el manuscrito a su amiga íntima Anne Nill, quien un año más tarde lo vendió al comerciante de libros antiguos Hans P. Kraus, un bibliófilo y comerciante estadounidense superviviente del holocausto nazi especializado en libros y obras raras. Kraus no encontró comprador y donó el manuscrito a la Universidad de Yale en 1969.
Los enigmas de este viejo y descosido libro siguen durmiendo en las estanterías de la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale a la espera de que alguien despeje sus misterios.
Hipótesis acerca de la autoría
La obra ha desconcertado a los estudiosos no solamente por su significado, también provoca muchas dudas en cuanto a su autoría.
A lo largo del tiempo has sido muchos los señalados: Roger Bacon (como dijimos), John Dee (matemático y astrólogo de la Corte de Isabel I de Inglaterra), Edward Kelly (alquimista y compañero del anterior), Sinapius (alquimista checo), Johannes Marcus Marci (a quien Georgius Barschius dejó el manuscrito), Raphael Missowsky (tutor de Fernando III de Bohemia y criptógrafo) y Antonio Averlino «Filarete» (ingeniero y arquitecto florentino).
No faltaron defensores de la autoría del propio Voynich, quien siempre fomentó el misterio en torno a la obra y a su adquisición, tenía amplios conocimientos de química y era experto en obras antiguas. Posteriores descubrimientos han eliminado tal posibilidad.
Lo que si tuvo Voynich fue buen olfato para el negocio y capacidad para convencer a propietarios ignorantes necesitados de liquidez del escaso valor de sus «viejos libros» por los que algún rico caprichoso pagaría después una fortuna.
¿Cuál era el propósito del manuscrito?
La impresión general es que se trata de una farmacopea, esos libros que recopilaban recetas de productos con propiedades medicinales -reales o imaginarias- o bien una guía con temas comunes en la medicina medieval-renacentista.
Según algunos expertos ofrecería información sobre remedios con hierbas y baños terapéuticos y asuntos relativos al cuerpo de la mujer, la reproducción, los hijos, etc. de acuerdo a las creencias de la Europa mediterránea al final de la Edad Media. Sin embargo los detalles intrigantes de las ilustraciones han alimentado muchas dudas acerca de los fines para los que fue concebido.
La primera sección del libro es casi con seguridad un herbario, si bien han fracasado los intentos para identificar la mayoría de las plantas dibujadas.
Los recipientes y tubos también podrían indicar una relación con la alquimia; no obstante los libros alquímicos de la época son distintos. Cabe considerar el enfoque astrológico pero una vez más las ilustraciones no encajan bien con los tratados de astrología de la época.
Hay por otro lado dibujos semejantes a células vistas a través del microscopio, lo que implicaría un origen mucho más moderno (nos iríamos al siglo XVII).
Por último, nuevos estudios relacionan algunos dibujos con los gremios de artesanos de Milán, los cuales intentarían mantener el secreto de la elaboración de venenos o la fabricación del cristal, conocimientos valiosos que convenía proteger de miradas ajenas.
Lenguaje y cifrado
Acerca de la naturaleza del lenguaje del Manuscrito Voynich existen muchas conjeturas.
La mayoría de los intentos de interpretación han trabajado con la hipótesis de que el texto parte de alguna lengua europea que en un intento por ocultar información, trastoca el alfabeto mediante algún sistema de cifrado. Esto explicaría la reordenación de letras, rupturas falsas de palabras, eliminación de vocales. etc.
Para otros autores el Manuscrito Voynich sería en realidad un conjunto de códigos contrastados luego en un libro claves.
Pero los intentos por aclarar el misterioso lenguaje no han dejado de amontonar teorías, en síntesis: una escritura que emplea un estilo taquigráfico, hebreo codificado visualmente, un manual de la herejía cátara, una lengua artificial filosófica, un lenguaje exótico escrito con un alfabeto inventado…
Y un análisis muy reciente sugiere que el manuscrito estaría redactado en Protorromance, una lengua extinta de la que provienen portugués, español, francés, etc.
Finalmente, las extrañas características del texto (palabras duplicadas o triplicadas, ausencia de puntuación y combinaciones de signo nada familiares) han llevado a pensar que el manuscrito es en realidad un engaño.
Apuntes finales
El misterio del origen y significado del manuscrito ha excitado la imaginación de muchos y alimentado las especulaciones, siendo objeto de intensos estudios por parte de criptógrafos profesionales y aficionados y destacados especialistas de la Historia y la Filología, propiciando tantas tesis descabelladas como intentos serios de resolución.
A pesar de que cíclicamente salta la noticia de que alguien al fin lo ha descifrado, a día de hoy nadie pudo demostrarlo de una manera fehaciente, de modo que no hay nada definitivo que haya convencido a los expertos en el tema.
Esta sucesión de fracasos convierte al manuscrito en el caso más famoso en la historia de la criptografía y al mismo tiempo deja en pie la creencia de que el libro constituya un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin sentido. Pero hasta eso hay que argumentarlo y demostrar cómo ha podido perdurar durante siglos burlando a investigadores y especialistas de todo el mundo.
Puede que el manuscrito Voynich sea una obra creativa sin sentido que utiliza un lenguaje inventado e inconsistente y en realidad no diga nada. Bajo ese punto de vista no habría nada que entender.
Parece que el mundo no ha aprendido todavía cómo leer el Voynich. Puede que algún día, en algún lugar, alguien encuentre un documento que permita entender lo que dicen sus páginas.
Nota
A finales de 2015 la editorial burgalesa Siloé fue elegida a nivel internacional por la Universidad de Yale para hacer una edición facsimilar del manuscrito. Dos años más tarde culminó la réplica del códice.