El cachondo del velatorio

Voy con otra anécdota sobre Jardiel Poncela extraí­da de Enrique Jardiel Poncela. La ajetreada vida de un maestro del humor, obra de Enrique Gallud Jardiel.

El mismo Jardiel Pondela contaba al parecer la particularidad de un personaje al que habí­a conocido, un caballero en apariencia normal, buena persona, padre de familia y marido ejemplar pero que tení­a un pequeño vicio secreto.

La actividad a la que se dedicaba con pasión era la siguiente:

Enterado por los periódicos dónde habí­a acaecido una muerte, se vestí­a rigurosamente de luto y acudí­a al lugar en donde los deudos se encontraban velando el cadáver. Aun sin conocer a nadie, se presentaba a la familia, aseguraba haber sido muy amigo del finado, daba el pésame y se quedaba allí­ durante varias horas muy compungido.
Una vez que habí­a convencido a todos de la sinceridad de su tristeza, escogí­a el momento que le parecí­a más oportuno para hacerse con la atención de los parientes del difunto, abrí­a desmesuradamente los ojos, señalaba al cadáver y decí­a con gran convicción:

«Se ha movido»

Entonces comenzaban los gritos, los sustos, los lloros, las carreras y los ataques de histeria de todos los presentes. Era el preciso momento en que el hombre misterioso desaparecí­a sigilosamente con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Una vez más, la realidad supera la ficción.

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