De «La paciencia de Maigret», Georges Simenon
Todo el mundo tiene miedo.
«Nos las ingeniamos para disiparlo desde pequeños con cuentos y fantasías a medida y casi inmediatamente después, el niño ha de enseñar a sus padres el impreso que registra las malas notas.
Miedo al agua y al fuego, a los animales, a la oscuridad. Incluso a los 17 años, miedo a escoger un mal destino, miedo de malograr la vida.
En la semi-inconsciencia todos esos miedos se transforman en las notas de una sinfonía sorda y trágica: los miedos latentes que uno arrastra hasta el fin tras de sí; los miedos agudos que hacen chillar; los miedos de los que uno se burlará después de sufrir; el miedo al accidente, a la enfermedad, a la justicia; el miedo a la gente, a lo que dicen, a lo que piensas, a las miradas que os echan cuando pasáis.»