La tarde está muriendocomo un hogar humilde que se apaga. Allá, sobre los montes,quedan algunas brasas. Y ese árbol roto en el camino blancohace llorar de lástima. ¡Dos ramas en el tronco herido, y unahoja marchita y negra en cada rama! ¿Lloras?…Entre los álamos de oro,lejos, la sombra del amor te aguarda.
Recuerdo que una tarde de soledad y hastío, ¡oh tarde como tantas!, el alma mía era, bajo el azul monótono, un ancho y terso río que ni tenía un pobre juncal en su ribera. ¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia que borra el misterioso azogue del cristal! ¡Oh el alma sin amores que el Universo
Heridamente quieta está la tarde; las golondrinas trazan una fugahacia el oro inclinado de poniente,al imposible lado de la vida (…) tan sólo un ala quiso darme el cielo:con fe serena y con el propio esfuerzoelijo la pobreza por mis manos:quieta y herida como está la tarde,parece suspendida eternidadel inquietante incendio de los sueños.
Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre;va por los bulevares y vuelve por sus versos,escucha el corazón que, insumiso, golpeacomo un puño apretado fieramente llamando,y se sienta en los bancos de los parques urbanos,y ve pasar la gente que aún trata de ser alguien. Entonces uno siente qué triste es ser un hombre.Entonces
Ea, pues como le ha gustado a Pedro Angel, ofrezco otro poema de este malagueño universal: Si para ti fui sombracuando cubrí tu cuerpo,si cuando te besabamis ojos eran ciegos,sigamos siendo noche,como la noche inmensos,con nuestro amor oscuro,sin límites, eterno…Porque a la luz del díanuestro amor es pequeño.
Huyo del mal que me enojabuscando el bien que me falta.Más que las penas que tengome duelen las esperanzas. Tempestades de deseoscontra los muros del albarompen sus olas. Me cieganlos tumultos que levantan. Nido en el mar. Cuna a flote.La flor que lucha en el aguame sostiene mar adentroy mar afuera me lanza. Cierro los
A cada son de la campanaun pájaro volaba:pájaros de ala inversaque mueren entre las tejas,donde ha caído la primera canción. Al fondo de la tarde,las llamas vegetales.En cada hoja tiembla el corazón,y una estrella se enciende a cada paso.Los ojos guardan algoque palpita en la voz.Sobre la lejaníaun reloj se vacía.
¡Oh! Cuando el sol cae como una inmensapiedra que cierra el horizonte cada día,cuando la luz se extingue lenta y la sombrasale de los valles profundos,vanguardia oscura de los ejércitos negrosde la noche que vienen a sucolosal parada de silencio,cuando la tierra toma un rostro de asfaltocomo un espejo para mirarse agonizantebajo el desierto ceniza
«¿Eres tú un profeta, León Felipe?¡Oh, no!Yo soy una cosa sin nombrenacida de la tierra. Y sé menos que un labrador.Soy un pobre ignorante labrador.Tengo ochenta y un años, estoy locoy no sé para qué me trajeron aquí.Oigo unas voces confusasy enigmáticasque tengo que descifrar…A veces las escribo sin descifrarpara que las descifremos entre todosporque
Hoy te escribo en mi celda de viajero,a la hora de una cita imaginaria.Rompe el iris al aire el aguacero,y al montesu tristeza planetaria.Sol y campanas en la vieja torre.¡Oh tarde viva y quietaque opuso al panta rhei su nada corre,tarde niña que amaba a su poeta!¡Y día adolescente-ojos claros y músculos morenos-,cuando pensaste a