Reflexiones en torno a la información y al cambio climático

«Se me ha pedido hablar sobre cuál considero el mayor reto que tiene que afrontar la humanidad y tengo fundamentalmente una respuesta. El mayor reto que tiene que afrontar la humanidad es el reto de distinguir la realidad de la fantasí­a, la verdad de la propaganda.»

Michael Crichton (1942-2008)


Qué complicado resulta mantenerse alerta, seguir siendo ecuánime con tanto confusionismo mediático como llueve cada dí­a sobre todos nosotros. Cuando por enésima vez escuchas otra primicia, muy probablemente será superficial, tendenciosa, sesgada… Entonces pasas del interés inicial al estupor, de ahí a la inquietud y después a la impotencia.

La actualidad informativa es más o menos así todos los días y ya la estamos contemplando con sorna o bien con profundo hastí­o, pero sobre todo anclados en la desconfianza.

Esto se va llenando de bulos y más bulos, que contrariamente a lo simpático del término, no siempre son inofensivos. La acción de partidismos ideológicos enfrentados junto a intereses puramente económicos, nos hacen perder el tiempo y respiramos intoxicación de la mañana a la noche.

De repente hemos de soportar, además de cortinas de humo y corrientes de opinión interesadas desviando la atención de cuestiones esenciales, un cúmulo de mierda sistemática. Todo esto, como dirí­a Michael Corleone «Es un insulto a mi inteligencia, y eso no me divierte.«

¿Y en materia de información cientí­fica? En un país donde suele ser escasa, poco consolidada y que en los peores casos parece un tanto folklórica, sin embargo por inercia los espacios informativos mantienen un apartado mínimo sobre ciencias para anunciar el último gran avance que cambiará nuestras vidas o un estudio absurdo de la Universidad de tal.

Aquí­ en principio no cabe parcialidad porque hay consenso en admitir un dictado de la ciencia y la experimentación. ¿Qué vas a objetar tú desde tu ignorancia?

Pues no, tampoco por ahí hemos de presuponer una información confiable cuando gran número de laboratorios y equipos técnicos están financiados y pertenecen al ámbito privado, son parte de la marca y nadie tira piedras contra su propio tejado.


Y más, desde que se produjo una concentración de medios en manos de pocos y grandes capitales, el fin mercantilista de la información se ha instaurado de un modo definitivo. Las redes sociales han puesto la cancha, la prisa e impaciencia de la gente, el resto.

Una de los temas más candentes y trascendentales lo constituye sin duda el cambio climático, un reto global que para combatirlo requiere del trabajo coordinado de todo el mundo. El desacuerdo está servido.

Cambio climático, efecto invernadero, calentamiento global… En general desconocemos qué son exactamente debido al exceso de testimonios, de las inexactitudes que se vierten, de los sesgos interesados… Todo ello da lugar a falsos mitos en boca de todos. Lo que sí sabemos, porque podemos percibirlo con nuestro propios ojos, es que bajo nuestro modo de vida, la naturaleza irá a peor y nosotros con ella.

Hablando con sentido común, siempre han existido subidas y bajadas en las temperaturas y periodos tanto de calentamiento como de enfriamiento, pero aunque todo sea absolutamente cuestionable, ante los peligros del calentamiento global no cabe discrepancia.

El planeta se encontraba envenenado por nuestros desmanes ecológicos desde hace ni se sabe: el hombre ha demostrado una eficiencia sobrecogedora para dañar y contaminar su propio hábitat y la atmósfera que lo rodea.

A lo largo de las últimas décadas se han celebrado muchas cumbres internacionales para negociar una reducción de las emisiones de dióxido de carbono. De ellas salieron acuerdos, normas de actuación, medidas, pero ¿Cuántos países se comprometieron y después no cumplieron o simplemente no llegaron a firmar? Sabemos de unos cuantos en los que no se aplica con el argumento de que según tales protocolos la reducción significativa de emisiones perjudicarí­a de manera grave a sus economí­as.

Los medios y las redes generan corrientes de opinión de cualquier signo en tiempo récord, algo que luego es muy difí­cil de extirpar del inconsciente colectivo. La retórica se ha ido enmarañando hasta el punto de considerar cualquier suceso terrestre como inusual y peligroso para nuestra existencia como especie.

Todos los años se producen catástrofes naturales en distintos puntos del globo, sin embargo desde hace tiempo vivimos con el sobresalto por una debacle inminente: una subida dramática de temperaturas, el hundimiento de las costas, la desaparición de las estaciones del año…

Realmente aterrador. Pero los cientí­ficos que de alguna manera intentan matizar esto reciben una avalancha de crí­ticas, he ahí hasta qué punto está politizado el debate.

Hay que reivindicar el derecho de la sociedad a conocer todos los detalles del cambio climático y no dejarnos llevar por cualquier publicación sensacionalista.

Como decía Crichton, hay que sospechar al oí­r cualquier conclusión cientí­fica basada en el consenso, como a menudo se nos viene diciendo:

Históricamente, el reclamo de consenso ha sido el primer refugio de los granujas; es una manera de evitar el debate aduciendo que el asunto ya ha sido establecido.

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