Aranjuez


Dicen que Aranjuez fue dibujado primero y construido después pero, cuestiones urbaní­sticas e ilustradas aparte, lo cierto es que cuando aquí­ llegas acabas de dejar atrás el reseco sur madrileño en favor de un oasis inesperado.

El Real Sitio y Villa de Aranjuez, a unos 50 kilómetros al sur de Madrid, donde confluyen el Tajo y su principal afluente el Jarama, ha sido históricamente una de las opciones favoritas entre nuestros amados reyes para pasar sus buenas temporadas de asueto. Felipe II, Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Isabel II… tanto Austrias como Borbones gozaron no solo de las reales estancias palaciegas sino de un entorno diseñado a conciencia para el disfrute de los sentidos.

Afortunadamente hoy es un espacio público declarado Patrimonio de la Humanidad donde pasear libremente entre espléndidos jardines bañados por el rí­o Tajo y poblados por toda una galerí­a de personajes mitológicos que acompañan a innumerables y elegantes fuentes. Mientras, gigantescas sombras de árboles centenarios acompañarán tu camino.

Los jardines de Aranjuez son un testimonio armónico y grandioso cuya planificación incluyó avenidas al estilo de Versalles, paseos soberbios y árboles por doquier. Una visita a principios de mayo permite asistir a la sorpresa de la primavera en todo su esplendor. Pero, estoy convencido, otras épocas no serán menos atractivas.

El proyecto desarrollado a lo largo del tiempo resultó de gran complejidad. Distintos técnicos y especialistas hubieron de abordar problemas con el caudal de los rí­os, el trazado a gran escala, la necesidad de crear obras hidráulicas, la dificultad para combinar lo práctico con lo bello… Todo ello supuso un reto muy ambicioso.

Se construyeron diques, estanques y lagunas, se concibió un sistema de riego por gravedad y de elevación de las aguas para alimentar las fuentes, se idearon parterres floridos y laberintos vegetales. El resultado sería un conjunto paisají­stico único e irrepetible.

Hay más, pero destacan el jardí­n de la Isla y el del Prí­ncipe.

El jardí­n de la Isla como máximo exponente del jardí­n renacentista, abrazado por el Tajo y donde se mezclan las luces y las sombras en un conjunto armonioso cuyos protagonistas son los bronces y mármoles de las estatuas, el juego del agua en las fuentes y los laberintos cortesanos entre setos y magní­ficos árboles.

El Jardí­n de Prí­ncipe, encargado por Carlos IV en 1772 cuando todaví­a era prí­ncipe (de ahí­ el nombre), ocupa 150 hectáreas y tiene un perí­metro de 7 km. Doy fe de que es enorme (lleva su tiempo recorrerlo) y según leo, es uno de los jardines más grandes de España.

Destaca por su riqueza botánica y el «calibre» y variedad de sus especies arbóreas: plátanos bicentenarios, castaños de Indias, pinos, cipreses, etc. Ahí­ reside el bautizado como Plátano de la Trinidad, que con 220 años de edad y 56 metros de altura es el árbol más alto de la Comunidad de Madrid. Además una amplia variedad de sus espacios fueron concebidos con afán temático: jardines renacentistas, árabes, barrocos, afrancesados, de estilo inglés e incluso con un marcado sabor oriental.

Magia y esplendor para un paisaje que iluminó a grandes artistas, como el pintor Santiago Rusiñol y el compositor Joaquí­n Rodrigo, quienes encontraron inspiración para sus mejores obras. El caminante andarí­n tiene aquí­ un verdadero paraí­so; el paseante soñador también.

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