Amanece, que no es poco

Demos gracias siempre por ello.

Teodoro (Antonio Resines) es un ingeniero español que da clases en Oklahoma (su padre, el inolvidable Luis Ciges insiste en recordarlo a todo el que se cruza en su camino) y que disfruta de un año sabático en nuestro paí­s. Dando una vuelta en una vieja Vespa con sidecar, padre e hijo llegarán a un pueblo insólito.

Tal vez sea ese el principal y único conducto de esta pelí­cula de 1989 escrita y dirigida por José Luis Cuerda con la que pasas un rato tratando de hilvanar la historia y encontrarle un significado más preciso hasta que te das cuenta que ni lo tiene ni lo quiere tener.

Con un elenco de actores extenso e irrepetible: Antonio Resines, Cassen, Luis Ciges, Aurora Bautista, Enrique San Francisco, José Sazatornil, Pastora Vega, Chus Lampreave, Manuel Alexandre, Marí­a Isbert, Miguel Rellán, Guillermo Montesinos, Rafael Alonso, Tito Valverde, Antonio Gamero, Gabino Diego.. la pelí­cula se rodó en la provincia de Albacete, en lo que podrí­a ser una especie de representación del pueblo de interior cuyas costumbres y personajes entroncan con la tradición de Buñuel y Berlanga, los guiones de Rafael Azcona o incluso las historietas del TBO.

Sin argumento claro ni protagonistas, sin estructura, ¿inconexa?, a veces lenta… Amanece, que no es poco encadena situaciones extravagantes y un humor absurdo que como es lógico no calará por igual en todos ni todos comulgarán con él, más si tenemos en cuenta que en contra de lo habitual, hay más gags verbales que visuales.

En este pueblo delirante cualquier hijo de vecino se enzarza en discusiones dialécticas con quien se tercie y cuando un mozo piensa encadilado en una hembra, una llamarada sale de su culo. Un borracho se desdobla y entonces es posible encontrar al yo ebrio tambaleándose a pocos pasos del yo sobrio.

Habí­a una vez un pueblecito ibérico en el que brotaban hombres de la tierra como si fueran melones, donde a veces llueve arroz, donde las madres son hijas y las hijas madres, y los labradores cantan madrigales renacentistas al regreso del trabajo, donde cualquier persona discute sobre metafí­sica en la plaza o en la cuesta empedrada.

• Bienvenidos al pueblo donde se elige a la puta y al tonto democráticamente
• Donde la iglesia registra un lleno absoluto cada dí­a porque la misa es un show de gran éxito
• Donde la iglesia registra un lleno absoluto cada dí­a porque la misa es un show de gran éxito
• Donde una mujer pare gemelos a los diez minutos de haberlos concebido
• Donde el maestro dicta sus lecciones cantando Gospel
• Donde los borrachos hacen cola ordenadamente frente a la taberna para emborracharse
• Donde el pregonero convoca al vecindario en la plaza para «hacer flashback»…

En esa lí­nea de humor incoherente aunque en el fondo humanista, José Luis Cuerda legó una visión particular de España que explora los puntos más absurdos enraizados en nuestro carácter. Es entonces cuando todo esto cobra mayor sentido.

Con «Amanece que no es poco» hay quien se troncha y quien sonrí­e lo justo, seguramente porque lo que regala es mucha risa mental; pero no trates de entenderla demasiado, sólo disfrútala.

Lo que más destaca en ella es una falta de complejos y de reglas. Es satí­rica, sí­, pero sobre todo diferente. Una joya de la comedia surrealista y una de las más originales pelí­culas del cine español.

La película se grabó en tres pueblos de la Sierra del Segura en Albacete: Ayna, Liétor y Molinicos. Jose Luis Cuerda, nacido en Albacete, basó la línea argumental en la idiosincrasia popular de estas tierras y muchos de sus propios habitantes tuvieron la oportunidad de aparecer en la película como extras.

Amanece, que no es poco | en Wikipedia
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