El sí­ndrome del hombre muerto

El doctor Laureys está en su despacho de la Universidad de Lieja (Bélgica) cuando recibe una llamada de su secretaria: «Es importante que venga a hablar con este paciente», le dice muy agitada. «Me está diciendo que está muerto».

El paciente, que se llama Graham y tiene 48 años, se levanta un mal dí­a de 2004 con la idea de que ha fallecido. Meses antes habí­a intentado suicidarse y la depresión subsiguiente desembocó en algo conocido como sí­ndrome de Cotard.


Este extraño sí­ndrome psiquiátrico fue descrito por el neurólogo francés Jules Cotard en 1880. Quienes lo padecen afirman estar muertos o que sus órganos han dejado de funcionar e incluso están pudriéndose (y dicen percibir el olor).

Se desconoce con certeza qué lo provoca, aunque aparece relacionado con una hipocondrí­a extrema y una depresión esquizofrénica. Habitualmente aparece de forma repentina.

Se dice que algunas personas con Cotard han muerto de hambre creyendo que ya no tení­an que comer, como resultado de una ausencia total de estí­mulos. En este caso Graham acudió a su médico persuadido de que habí­a muerto tras el conato de suicidio e insistí­a a los médicos que las pastillas no iban a funcionar porque él ya no tení­a cerebro. Ese sentimiento le llevó en ocasiones a visitar el cementerio local: «Sentí­ que bien podrí­a quedarme allí­. Era lo más cerca que podí­a llegar a la muerte».

El caso llegó hasta Adam Zeman, de la Universidad británica de Exeter, quien junto a Laureys sometieron al paciente a una prueba de imagen cerebral para ver qué estaba pasando en su cabeza. En concreto realizaron una tomografí­a y lo que descubrieron les dejó impresionados: la actividad metabólica de su corteza cerebral se parecí­a más al de una persona en estado vegetativo o anestesiada que al de una persona «despierta».

El estudio publicado sugiere que el sí­ndrome de Cotard refleja una profunda alteración en las regiones cerebrales responsables del núcleo de la conciencia. Su hipótesis, a falta de más estudios sobre el fenómeno, es que la reducción del metabolismo produjo en Graham esa experiencia alterada del mundo, un mundo del que no creí­a formar parte.

Con el tiempo y un montón de psicoterapia y tratamiento farmacológico, Graham al parecer ha mejorado gradualmente, no está bajo el control de la enfermedad y vuelve a vivir de forma independiente.

Está claro que aún hay muchas cosas que no sabemos acerca de cómo el cerebro crea la percepción de uno mismo, así­ de cómo esa comprensión puede verse alterada.

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