Planchado extremo
Por alguna extraña razón, ahora que Españistán se asoma por momentos al precipicio, con una encrucijada perversa y dramática ante las narices de los ciudadanos, las ideas absurdas llevadas a la práctica acaparan de manera creciente mi interés. Mecanismos de evasión, supongo.
Son ese tipo de nuevas prácticas que combinan un ejercicio o deporte extremo con la estupidez humana, a fin de cuentas un pozo sin fondo. En concreto me llamó la atención lo que se bautizó como «planchado extremo» (Extreme ironing» en inglés), ideado a finales de los 90 y que combina:
Sublime.
Un día, Phil Shaw llega a su casa al finalizar su trabajo en una fábrica textil de Leicester, Inglaterra. Tenía ante sí una buena pila de ropa arrugada y después de reflexionar que preferiría estar escalando una montaña, sacó su tabla de planchar al jardín y se puso a la tarea. Más tarde se decidió junto a un amigo a repetir en los Alpes y luego en las copas de los árboles de la Selva Negra.
Sí, la idea consiste en transportar una tabla de planchar a un lugar remoto, peligroso o de difícil acceso y ponerse allí a quitarle las arrugas a la ropa. Hasta hay una organización para practicantes y seguidores del Extreme Ironing.
Y avisan: «La Organización de Planchado Extremo no acepta responsabilidades por accidentes causados por la práctica de este deporte».
De momento no se conocen mártires del singular juego pero en la Red se pueden encontrar muchas e impagables fotos. El primer Campeonato Mundial de Planchado Extremo se llevó a cabo en Alemania en 2002.