¿Quién mató a Kaspar Hauser?

«Hic occultus occulto occisus est»
(«Aquí fue asesinado un desconocido de forma desconocida»)

Así reza un pilar octogonal de 3 metros de altura en piedra caliza y adornos neogóticos en los jardines del palacio de Ansbach en Baviera. Un homenaje en recuerdo a la muerte de un desconocido.

Una aparición enigmática

El 26 de mayo de 1828 aparece en una plaza de Núremberg caminando de forma extraña un adolescente con la ropa hecha jirones y agujeros en sus zapatos, incapaz de entender lo que le preguntaban. El chico portaba dos cartas, una dirigida a un capitán de la caballería local, otra de una mujer explicando que lo había abandonado al no poder hacerse cargo de él. Sin embargo ambas cartas presentaban la misma letra y el mismo tipo de papel.

Pese a un comportamiento infantil y no saber explicar su procedencia, cuando la policí­a le cedió una pluma el muchacho escribió el nombre de Kaspar Hauser.

Los que lo vieron no sabían si estaban ante un enfermo mental, un loco, un salvaje o un impostor pero en cualquier caso consideraron que habían descubierto al «buen salvaje» de Rousseau, un ser que encarnaba «la más alta inocencia de la Naturaleza», según divulgó el alcalde en un escrito oficial.

Durante un tiempo el caso del chico llenaría páginas y páginas de periódicos dentro y fuera de Alemania.

Unschlittplatz de Núremberg en la actualidad

Ingresado en un albergue, quienes lo examinaron estimaban que podía tener unos 16 años aunque mentalmente aparentaba menos. Numerosos curiosos le visitaron, lo que parecía agradarle. El chico rechazaba todo alimento que no fuera pan y agua y mostró asco al ingerir leche o carne.

A raíz de todos esos detalles se pensó en un ser humano que había crecido de forma medio salvaje en los bosques.

Muy pronto estaba hablando en alemán y rápidamente aprendió a escribir con la ayuda de Friedrich Daumer, un profesor de secundaria. En las conversaciones, Kaspar contó que había pasado toda su vida o al menos lo que podía recordar, solo en la oscuridad de una pequeña celda, con una cama de paja y la compañía de un caballo de madera de juguete.

Afirmó que cada mañana encontraba pan y agua junto a su cama y que un misterioso hombre que le había visitado poco antes de su liberación ocultando su rostro, le enseñó a escribir su nombre.

El joven tenía algunos sentidos muy desarrollados, entre ellos el del olfato. Daumer descubrió en él talento para el dibujo y también lo sometió a experimentos magnéticos.

Episodios confusos de una vida muy corta

A partir de aquí la vida de Kaspar vino marcada por una sucesión de extraños sucesos.

Un día que mostró un corte en la frente explicó que había sido atacado por un encapuchado cuya voz era la misma de quien lo había traído a Núremberg.

Retrato del joven Hauser

Pasó al cuidado de Johann Biberbach, una de las autoridades municipales, y en abril de 1830 encontraron al chico sangrando con una herida en la cabeza. Manifestó entonces que al caer de una silla se había disparado accidentalmente una pistola colgada de la pared.

Con la sospecha de que el joven inventaba frecuentes fantasías, las autoridades decidieron transferirlo a la casa del Barón von Tucher, que más tarde también se quejaría de la vanidad y los embustes de Hauser. La custodia de Kaspar pasó en 1831 a Lord Stanhope, un noble inglés decidido a clarificar el origen de Kaspar.

Stanhope ofreció 500 florines a quien pudiera aportar algo de luz sobre el parentesco del chico y visitó dos veces Hungría, ya que Hauser parecía recordar algunas palabras en húngaro. Sin embargo, al fracasar sus investigaciones empezó a dudar de la credibilidad de Kaspar y un tanto decepcionado dejó al joven al cuidado de un profesor llamado Johann Georg Meyer.

Años más tarde, Stanhope publicó un libro donde confesaba públicamente haber sido engañado. Por su parte los seguidores de Hauser sugirieron conexiones de Stanhope con la Casa de Baden.

Una muerte sin aclarar

La vida con el profesor Meyer tampoco fue bien. Un día de finales de 1833 Kaspar se presentó en casa de Meyer con una herida profunda en el costado izquierdo. Según él, un extraño le había apuñalado en los jardines del tribunal de la ciudad. La herida resultó fatal y Hauser murió el 17 de diciembre de 1833.

La versión de Hauser parecía incoherente, no obstante la ciudad de Núremberg ofreció una recompensa por la captura del asesino y se llevó a cabo una búsqueda concienzuda. El asesino jamás se encontró.

A Kaspar Hauser lo enterraron con la siguiente inscripción en la lápida:

«Hic jacet
Casparus Hauser
Aenigma
sui temporis
ignota nativitas
occulta mors»

«Aquí yace
Kaspar Hauser,
enigma
de su tiempo,
su nacimiento es desconocido
su muerte, un misterio»

Tumba de Kaspar Hauser

El príncipe heredero de Baden

La creencia popular sostenía que Kaspar era hijo ilegítimo de la Casa real de Baden y que por ello había sido apartado y mantenido encerrado a favor de otro heredero.

Según dicha teoría el príncipe heredero de Baden nació en 1812 y tras morir solo dos meses después fue intercambiado por otro bebé, quien 16 años más tarde apareció en Nuremberg como Kaspar Hauser. Sus padres habrían sido el gran duque Carlos Federico de Baden y su esposa Esfefanía de Beauharnais, ahijada de Napoleón Bonaparte (Napoleón buscó con este matrimonio conectar ambas dinastías).

El gran duque Carlos Federico I de Baden

Y otra hipótesis posterior apuntó a que podría tratarse del hijo ilegítimo del propio Napoleón Bonaparte con Estefanía, tras un encuentro entre ambos poco antes de la guerra contra Rusia.

Aunque muy extendidas, estas ideas no han tenido suficiente crédito para los estudiosos. Cabe recordar que durante el siglo XIX abundaron las historias acerca de herederos de la realeza apartados misteriosamente a causa de intrigas dinásticas, de hecho Alejandro Dumas utilizó una trama así en «El hombre de la máscara de hierro«.

Plaza en el centro de Ansbach

De ser ciertas dichas conjeturas, el joven de 21 años apuñalado en los jardines de Ansbach era el desposeí­do primogénito de Carlos Federico y por lo tanto heredero legí­timo del Gran Ducado de Baden. De no serlo, pudo tratarse de un farsante trastornado.

Casi dos siglos después, no se ha resuelto en Alemania el enigma de aquel infeliz.

En 1996 el semanario Der Spiegel encargó un estudio genético de la sangre en las ropas de Hauser depositadas en el museo de Ansbach. La conclusión: no se correspondía con el ADN de los descendientes de Stéphanie de Beauharnais.

Pero ni siquiera una portada a todo color acaba con un mito tantos años arraigado. Los defensores de la hipótesis principesca obtuvieron su satisfacción genética con otro análisis, esta vez de pelo, encargado por el canal de televisión pública ZDF en 2002. Según el forense, «no se puede descartar de ningún modo» que Hauser sea descendiente de Beauharnais.

Al final nadie sabe dónde nació ni quién era realmente. Ni siquiera quién lo mató. La cuestión, encarnizada en su tiempo, permanece aún hoy lejos de zanjarse.

Estatua de Kaspar Hauser en Ansbach, Alemania.

Fuentes principales

El País
El enigma de Kaspar Hauser

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