El seis doble, el último Mosca español

Entre los ejemplares de aviones que atesora la Fundación Infante de Orleans (FIO) en el aeropuerto de Cuatro Vientos de Madrid, a cuya exhibición aérea he tenido el placer de asistir, quiero destacar uno que particularmente llamó mi atención, un cacharro chato con la bandera tricolor republicana en el timón de cola y al lado una ficha de dominó del seis doble como emblema.

Es el último Mosca y tiene tras de sí­ toda una historia.

Se trataba del célebre caza Polikarpov I-16 de fabricación soviética, cuyo primer lote llega a España en octubre de 1936 para prestar apoyo a la defensa de Madrid, interviniendo más tarde en frentes de Levante, Aragón y Cataluña.

En seguida fue conocido como el caza Mosca (los embalajes llegaban con el nombre de Moscú en cirí­lico, algo muy parecido a la palabra «mosca»), aunque por otro lado los nacionales también lo apodaron rata por su gran capacidad de maniobra surgiendo desde abajo por sorpresa y disparando hacia la panza de los bombarderos. Se calcula que fueron unas 280 las unidades que se utilizaron por parte de los republicanos en la Guerra Civil.

En 1992 fueron hallados los restos de seis aviones Mosca en una zona inhóspita de Siberia, los únicos que quedan en el mundo y una empresa neozelandesa los adquirió y restauró.

Después de años de gestiones la FIO, con al apoyo del ayuntamiento de Getafe, compró uno para su magní­fico museo volante y de paso recuperaba algo que forma parte del patrimonio histórico español.

Precisamente en el aeródromo de Cuatro Vientos se produjo un emotivo reencuentro, casi setenta años después, entre el avión y su piloto.

Jose Marí­a Bravo, destacado aviador en dos guerras (pilotó cazas Mosca primero en España y después del lado de los rusos en la Segunda Guerra Mundial) y probablemente el único superviviente de aquellos españoles que tuvieron en sus manos uno de estos aviones de morro chato, volví­a a tocar con sus manos la máquina reconstruida con fidelidad.

José Marí­a Bravo Fernández-Hermosa, nacido en Madrid en 1917, estaba a punto de entrar en la escuela de Ingenierí­a de Caminos cuando estalló la Guerra Civil.

Muy pronto se alistó en la fuerza aérea republicana y es enviado a la URSS para entrenarse como piloto de caza en el Cáucaso.

Regresó a España en el 37 y hasta el final de la guerra consiguió 23 derribos individuales, 7 colectivos y 12 más atribuidos a su escuadrilla, la tercera del Grupo 21, cuyo sí­mbolo era el seis doble del dominó.

Según explicó él mismo, los pilotos solí­an jugar al dominó cuando estaban en tierra, pero ¿por qué el seis doble? Doce eran los aviones que formaban la escuadrilla y el seis doble una ficha que bien podí­a representar el trabajo en equipo.

Al terminar la guerra española Bravo se alistó en el ejército soviético. Más riesgos y nuevas batallas en otras latitudes, de hecho durante la invasión alemana parte de los aviadores españoles exiliados actuarí­an en primera lí­nea de combate.

Un dí­a de 1943 en plena defensa de los pozos petrolí­feros de Bakú (actualmente la capital y ciudad más poblada de Azerbaiyán) donde derribaron no menos de 10 aviones nazis, le llamaron para una misión especial: escoltar con su escuadrilla el avión de Stalin camino de Teherán, donde el lí­der soviético iba a asistir a la conferencia internacional con Churchill y Roosevelt.

Finalizada la II Guerra Mundial Bravo compartió estudios con la élite de los pilotos de caza soviéticos y más tarde se graduó como filólogo en el Instituto Pedagógico de Idiomas de Moscú. Llegó a catedrático y decano de la Facultad de Filologí­a de Moscú, donde impartió clases de español durante 20 años.

Experto en poesí­a rusa, tradujo junto a su segunda esposa Natalia Ujanova a los grandes de la literatura rusa.

En 1960 Bravo y su mujer decidieron volver a España. Aunque habí­a conocido personalmente a dirigentes del PCE en la URSS, tras su regreso no quiso involucrarse en actividades polí­ticas.

Apasionante la vida de quien con su categorí­a tanto humana como profesional se ha ganado el respeto de todos.

En 2007 veí­an la luz sus memorias con el libro El Seis Doble: Bravo y los Moscas en la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial, cuyo coautor es Rafael de Madariaga Fernández

Su vivo testimonio ha servido para completar varias e importantes lagunas en la historia de la aviación española.

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