¿Hacia unas bibliotecas no públicas?
Tras la lectura casual de un artículo de Jose Luis Sampredro y como usuario de la Biblioteca de mi barrio, me irritó recordar una amenaza fantasma que ahí sigue. Me refiero a la aplicación de un canon para los préstamos en la Bibliotecas Públicas.
En ese texto Sampedro evoca tres historias particulares de su pasado con personajes anónimos como ejemplo de contribución libre, sencilla y desinteresada a la difusión de la lectura. Y termina declarando:
«Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra».
En 1992 una directiva europea decretó a las bibliotecas y sus usuarios la obligación de pagar por los préstamos que realizan en concepto de derechos de autor. España pospuso la medida hasta 2006, cuando el Tribunal Europeo de Justicia apretó para que nuestro país cumpliese dicha legislación.
Según esta ley los lectores habrán de pagar por los libros que saquen de una biblioteca pública, idea perfectamente armónica con la histeria y abusos imperantes sobre derechos de autor.
¡Magnífico! A partir de ahora se impone a cada Biblioteca Pública un nuevo rol, la práctica diaria de algo opuesto a su filosofía esencial de divulgación sin trabas. Habremos de pagar por la utilización de sus fondos (recordemos que no solamente son libros los materiales de una Biblioteca).
Si disfrutas de un rato de buena lectura antes de dormir quizá te hierva un poquito la sangre recordar que tampoco esto te va a salir gratis.
El Ministerio de Cultura se ha comprometido a incorporar la directiva en la futura Ley del Libro, igual que ratifica de forma automática cualquier propuesta demente de la SGAE.
Me temo que es otro asalto más del neoliberalismo a un servicio público. De toda la vida en ciertos grupos sociales cundió el desasosiego ante la idea de que cultura y conocimiento circulen libremente por el mundo, ahí, al alcance de cualquiera…
Si la propia Comunidad europea impone directrices como ésta, apaga y vámonos.
Tenemos una vez más de fondo el cacareado e irritante asunto de los derechos de autor. ¿Lo normal no sería que cuando una libro se incorpora a los fondos de una Biblioteca su autor haya cobrado ya lo que sea pertinente y no cargar en el lector otra tasa más?.
Pagar dos o más veces por lo mismo, por poco que sea, no escuece solo al bolsillo sino también a la inteligencia.
¿Canon en bibliotecas para el país que en Europa que suele estar a la cola en indicadores de lectura? ¡Gran idea, amigos! El fútbol y el petardeo están a salvo.
Me parece increible esa noticia que sin embargo queda muy en linea con las últimas actuaciones del ejecutivo en materia de derechos de autor, doblegado por las asociaciones de derechos de autor.
No debemos recordar el famoso céntimo o porcentaje que se cobra en los CDs vírgenes porque se asume que pueden -sólo pueden- ser utilizados para realizar copias ilegales.
Debe también recordarse que la SGAE -y al parecer otras organizaciones de derechos de autor- cobran a los bares y locales de copas, una importe por poder música, para recompensar a los autores por que se les escuche en un bar.
En consonancia con lo anterior, propongo como medidas ejemplarizantes las siguientes:
– cobrar un porcentaje antipiratería en compra de altavoces por si acaso a través de ellos se escucha música pirata.
– mismo porcentaje respecto de copas de vidrio por si acaso se sirve en ellas garrafón -no se que tiene que ver con derechos de autor pero es igual de ridícula-.
– otro importe equivalente en la compra de zapatos, por si ellos nos conducen a un sitio donde haya música pirata.
– canon en los CDs y libros por si acaso los oímos / comentamos con nuestros amigos.
– canon a los coches tuneados cada vez que bajen las ventanillas por poner música en publico.
seguro que en breve se me ocurren más medidas que realmente puedan fastidiar nuestra vida y hacer más rico a Ramocín.
enmadrid, noviembre de 2007