Life from a progress bar . . . . . . . . . . . . . .

¿Es que hay algo más grande que el verde manzana, un azul turquesa o un color amarillo rellenando una barra rectangular?

Sube fotos, descarga de internet, bájate el correo, graba un DVD, mira el monitor de actividad, la temperatura interna de componentes, el tráfico de red, el nivel de baterí­a, las estadí­sticas, instala un sistema o un programa, actualí­zalos, traslada, copia y borra ficheros, conéctate al servidor, cambia de red, imprime …

¿Qué tienen muchas de estas cosas en común? Su correspondiente barra de progreso para indicarnos qué tal va la petición.

Siempre a la espera está el técnico, los ojos clavados en la pantalla con horrible fijeza, a que esa barra de progreso que avanza lentamente alcance el ansiado 100% y marque el fin de una tarea del ordenador.

Le da tiempo pero tarda, empuja mentalmente para que se rellene el recuadro de color. Al terminar, un alivio momentáneo, antesala de otra barra nueva de progreso en ciernes.

Loading …
Time remaining …
Please Wait …
Be patient …

¿Cuántas barras de progreso ha de tragarse un informático en su vida para abandonar las cadenas de la soledad y volver a ser un hombrecete? Innumerables.

Si la paciencia es una virtud, el informático apesta a santidad. Como refieren en The Smoke Sellers:

«Podría hacer otra cosa, pero es que ya casi está, va por el 73% …».

Absurdo incrustar la vista en el monitor e imposible evitarlo, haciendo un nuevo escrutinio del porcentaje por el que va la barra de progreso y que ésta nos la vuelva a jugar.

Esperamos que termine la última barra del dí­a camino de la cama, el pantalón desabrochado (total es un momento), los ojos medio cerrados. Sin embargo «menos de un minuto» es otra cosa en el reino del pixel, puesto que la pulsación de un barra de progreso tiene su propia temporalidad.

Al final te veo en gayumbos y calcetines ante un porcentaje congelado, probablemente en el 98%, número mágico, una coordenada para el desastre, el vací­o, la parálisis.

En el momento preciso de la indefensión, de la feroz incertidumbre, te preguntas:

¿Se habrá bloqueado todo y estoy esperando como un imbécil?
«¿Debo cancelar?
¿Por qué soy tan lerdo? Es tardísimo y seguro que no pasa nada si cancelamos. Pero no, metería la pata. Vamos a finalizar las cosas bien».

La vida no es más que otra barra de progreso.

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