Pablo de Jérica

Hijo de una familia de comerciantes, el escritor, periodista y político Pablo de Jérica y Corta nació en Vitoria en 1781. Después de sus primeros estudios mostró un gran interés por la literatura latina, aprendió francés y recibió clases de Filosofía en su ciudad natal. Mientras se preparaba para cursar leyes en la Universidad de Oñate tradujo las Heroidas de Ovidio. En 1804 publica Cuentos jocosos en diferentes versos castellanos y se traslada a Cádiz para encargarse de los negocios familiares.

Allí siguió traduciendo del francés y aprende italiano, inglés y portugués, colaborando entonces en El Redactor General donde da a conocer sus opiniones como liberal y anticlerical. Frecuenta tertulias, colabora con amigos e intelectuales refugiados y apuesta por una poesí­a combativa que pretende cambiar la rí­gida mentalidad hispánica; ataca el servilismo y a la Inquisición, lo que le valió continuas persecuciones y procesos. Fue encarcelado en varias ocasiones por ello.


A partir de 1814, la restauración absolutista en la figura de Fernando VII y el retorno al Antiguo Régimen que abolió la Constitución y toda la legislación de las Cortes de Cádiz, desató la persecución a los liberales.

Esta situación acarreó a Pablo de Jérica dos procesos por sus actividades y por la publicación de algunos artículos en el Correo de Vitoria, lugar al que había regresado. No obstante, logró evitar ambas sentencias ocultándose primero y exiliándose después a Dax (Francia)

España cursó constantes peticiones de devolución al considerarlo un reo de estado. Sufrió cárcel en varias ocasiones y finalmente puesto en libertad.

Durante el Trienio Liberal (1820-1823) fue comandante de los Voluntarios Constitucionales, miembro de la Junta de Censura, de la Diputación provincial de Alava y alcalde constitucional de Vitoria, lo que a la invasión de los Cien mil hijos de San Luis en 1823 le supuso un nuevo arresto y exilio a Francia.

Naturalizado francés y casado con una francesa, se estableció en Dax donde nunca dejarí­a de seguir escribiendo cuentos, fábulas, anécdotas, ensayos, poesí­a. Allí falleció en 1841.


Su producción literaria es amena siempre, bajo lo moldes neoclásicos todaví­a vigentes pero al mismo tiempo comprometido con la realidad social y polí­tica que le tocó vivir. Bajo pinceladas costumbristas, utiliza la ironí­a, la sátira y una gran habilidad para la caricatura. Por ello se sentí­a a sus anchas cultivando el género del Epigrama, breve y punzante modo de expresión en verso.

Veamos un ejemplo:

Aquí­ Fray Diego reposa;
en su vida hizo otra cosa.

Y a un mal autor que anunciaba su obra le dedicó esto:

Nos dices que tu librejo
se vende en casa de Bosch.
Que allí se encuentra, es seguro;
pero que se venda, no.

Otro epigrama de Jérica, este «picantillo»:

Llevó una vela a Cupido
con ferviente devoción
Manuela en cierta ocasión
para obtener un marido.
Y díjole el dios: "Manuela,
lo tendrás a tu medida;
pero entretanto, querida,
sírvete aún de la vela."

Cierto dí­a en que fue invitado a una representación que se daba en Cádiz de un drama compuesto por un noble con más tí­tulos que la duquesa de Alba, Jérica dejo su opinión sobre dicha obra del siguiente modo:

Grande el número de actores;
grande el autor, su excelencia;
grandes los actos, señores;
y más grande la paciencia de tantos espectadores.

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