Escher de un vistazo

«Mi cabeza, o de forma más exacta, el punto entre mis ojos permanece en el centro absoluto. Todas las direcciones pasan por este centro. El ego es el núcleo inalterable de este mundo». M. C. Escher

¿Otra vez Escher?. Contradiciendo mi propia recomendación (si quieres saber más sobre Escher busca en otro sitio), me lanzo a seguir con el asunto. Sospecho que no quiero remediarlo y conforme recopilo más sobre el artista, me interesa de manera creciente y siento la necesidad de volcarlo aquí­. Está claro que no quedé satisfecho con el anterior artí­culo.

¿Cómo arranca un talento como el de Don Mauricio Cornelio? En Escher parece fruto de la curiosidad primaria -intensa, profunda, lúdica- y de dotes de observación por lo que nos rodea superiores a la media. Hay también perseverancia y mucho trabajo desde joven con las propias manos para dar salida a lo que su enloquecida fantasí­a le dictaba. Del manejo de la madera saltó a dominar otras habilidades artí­sticas hasta especializarse en técnicas gráficas. Se entregó con pasión y rigor al descubrimiento de nuevas formas y objetivos artí­sticos, a la experimentación incesante gracias a una autodisciplina a la que se atuvo siempre.

Admirado por matemáticos y otros estudiosos -a los que confesaba no entender- y menos considerado por otros artistas de su época, Escher consagró su vida a intentar plasmar su visión única y prodigiosa del espacio sacando a relucir lo que escondí­an formas geométricas y regulares, la relación entre lo continuo y lo infinito… temas que le hostigaron siempre. Y es eso lo que refleja su obra, una tensión permanente entre la realidad del espacio y la representación del mismo sobre una superficie plana.

Viajó mucho y encontró sitio en la Italia de los años 20, lugar que le enamoró y donde estuvo residiendo bastantes años. Desde Roma y con esa determinación que le caracterizaba, dedicaba un par de meses cada año a recorrer diversas regiones italianas, alcanzando Sicilia, Córcega e incluso Malta. Se desplazaba con cualquier medio de transporte (también a pie), en ocasiones acompañado de amigos pero más a menudo, solo. El propósito de tales escapadas era el estudio del medio y hacer acopio de las impresiones percibidas por un ojo agudo. Regresaba después a casa flaco y cansado pero con cientos de bocetos bajo el brazo. Con el material reunido se entregaba a confeccionar grabados en madera y litografí­as. Hoy resultan familiares las esferas, pájaros y reptiles, las escaleras, las simetrí­as, … todo el elenco de imágenes que puebla su singular obra.

La casa de piedra italiana fue el referente estructural de las construcciones que pintó. También estuvo en nuestro paí­s y en la observación de la Alhambra y la mezquita de Córdoba es donde dicen que algo se debió de remover en su interior. La recargada ornamentación musulmana con sus detalles enrevesados pero al mismo tiempo precisos le encandilaron, marcándole una dirección, si bien los motivos islámicos sólo son de tipo geométrico (por prohibición coránica) y Escher compuso con todo tipo de figuras.

Tras su larga estancia en la capital transalpina se trasladó a Suiza, luego a Bruselas (1937-1941) y más tarde a Baarn, en su Holanda natal, donde residirí­a hasta su muerte en 1972. Actualmente una colección importante de sus obras pertenece al ingeniero Cornelius van Schaak Roosevelt, nieto del presidente Theodore Roosevelt.

El Espejo Mágico de M.C.Escher del matemático Bruno Ernst, es uno de los trabajos más completos sobre el artista.