El cociente de creatividad (Marc Vidal)

En mi libro hablo del hecho que el «verdadero emprendedor busca el cambio sustancial de los resortes de la economí­a en los que se va a mover». Esto suele ser tí­pico de sociedades en las que el volumen de emprendedores lo son en su mayorí­a por necesidad y no por oportunidad. Aunque esto no deja de ser una apreciación, observando como gestionan su «empresa» muchos de esos emprendedores, se te quitan las ganas de escribir libros sobre la bondad de «emprender. He visto centenares de empleados mucho más emprendedores que sus jefes.

Os dejo con un extracto del mismo donde intento enlazar el valor de innovación y cambio estructural de un paí­s y su sentido por estimular la emprendedurí­a.

España va tercera por la cola en una curiosa clasificación publicada en el Eurobarómetro de 2007. Tras los belgas y lituanos, los españoles son los ciudadanos europeos con mayor porcentaje de población que no se ha planteado en la vida iniciar un negocio por su propia cuenta. En un paí­s que monta sus empresas mayoritariamente porque no tiene más remedio, ya me dirán que nivel de innovación puede esperar de su ejército de emprendedores.

En esta vida hay ciertas cosas que van irremediablemente unidas: el dolor de estómago y la manzanilla, Paris Hilton y la progresiva pérdida de fe en el ser humano, la polí­tica y la incapacidad, el tí­tulo de enseñanza secundaria y la incultura supina, la televisión ideológica y el aburrimiento, el hombre del tiempo y los mapas, el deportivo descapotable y el simio que lo conduce, la cuarentena y el implante de silicona, la plaza de Catalunya y los niños dando por culo con la pelota, las elecciones y las obras, el final de las elecciones y el final de las obras, la ineptitud y la oficina de atención al ciudadano, la desesperación y la pagina Web de RENFE y los aeropuertos con la humillación.

También van juntos el verano y las moscas, la fiesta mayor y el derroche, la radio objetiva y el silencio, yo y las conclusiones más tontas, un nudista y su bicicleta, una advertencia y su amenaza, la polí­tica de promoción local y la esterilidad, las mayorí­as absolutas y la falta de debate, la gestión pública y el retraso tecnológico, la autocomplacencia y los concejales, el divorcio y los cuernos, la anorexia y la moda, el espí­ritu emprendedor español y el vací­o más absoluto, el dinero y la felicidad, los relojes y el tiempo, las pesadillas y el insomnio, la amistad y su cuidado, las matemáticas y Pitágoras, las decisiones arbitrarias y el responsable de ví­a pública de tu pueblo, la prensa subvencionada y el gasto público selectivo, Internet y el porno y la catalanofobia con el desconocimiento.

Los binomios que he enumerado pueden parecer resultado de la generalización, pero la estadí­stica también lo es y nos la tomamos muy en serio. Por ejemplo, serí­a absurdo decir que los jóvenes son una tribu que solamente piensa en masturbarse, en tenderse en el sofá y en meterse de todo por la nariz. Como también lo serí­a asegurar que están sanos como manzanas y que todos tienen una habitación dedicada en exclusiva la lectura, a buscar la paz espiritual y a diseñar su microempresa.

Seguramente el término medio sea el idóneo para todas las comparaciones, sin embargo, ¿innovación y emprender no deberí­an de ir juntos? ¿Son los emprendedores los gestores del cambio a partir de un valor por la innovación que se les presupone?

Fuente:  http://marcvidal.cat/2010/11/el-cociente-de-creatividad.html

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