Cómo pulir un disipador
Ya son incontables las ocasiones en las que hemos mencionado la importancia de una buena refrigeración para el ordenador. Al contar con una buena refrigeración no sólo se logra que trabaje de forma más estable, sino que se impide que termine en la órbita baja de algún planeta lejano.
Si crees que tu sistema está en condiciones adecuadas, tal vez puedas hacer algo más, y eso es pulir el disipador. Requiere de paciencia pero es muy fácil de hacer y los beneficios en algunos casos pueden ser significativos.
Bueno, aquí va otra de mis locuras. En realidad ya he hecho esto antes y como planeo llevarlo a cabo otra vez muy pronto, me pareció una buena idea compartirlo con nuestros lectores. Mi más reciente cambio de procesador me ha colocado una vez más en una vieja posición, o sea, con un disipador de fábrica diseñado para una operación estándar. Esto es algo inaceptable para cualquiera que desee hacer un overclocking por encima de la media, pero antes de salir corriendo a comprar un disipador de algunos cientos de euros, tal vez se pueda mejorar lo que ya tenemos.
De lo que estoy hablando es de pulir la superficie del disipador que entra en contacto con el procesador. Usualmente, debemos colocar un poco de grasa térmica entre las dos superficies para mejorar la conductividad térmica. Si bien este es un detalle que no va a cambiar, al menos podemos lograr que el proceso sea un poco más eficiente, al reducir las imperfecciones que existen en la superficie del disipador.
Un disipador con la cubierta plástica y el parche térmico de fábrica. Incluso a través del plástico es posible ver las imperfecciones sobre el metal.
Sólo basta con tener acceso a un microscopio para comprobar que el acabado en un disipador normal no es algo extraordinario. Aquellos «coolers» de alto rendimiento entregan al usuario una superficie muy bien pulida, pero no todos tenemos la posibilidad de comprarlos o incluso ni siquiera están disponibles en la región donde vivimos.
En estos casos es cuando un poco de improvisación y una buena dosis de paciencia pueden hacer un buen trabajo. Y la paciencia es tal vez el gran ingrediente de toda esta fórmula, ya que pulir representa una acción mecánica y repetitiva que nos aburrirá rápidamente. Para el resto, sólo necesitas lijas al agua de diferentes granos. Cuantas más lijas agregues al proceso, mejores resultados tendremos.
Por ejemplo: Puedes usar lijas de 400, 1000 y 1500. Sin embargo, si agregas valores intermedios, podrás obtener un pulido aún más fino. En ese caso, sería algo como 400, 800, 1000, 1200, 1500 y 2000. Esto dependerá obviamente de tu presupuesto y del tiempo que poseas, aunque las lijas al agua no suelen ser algo muy costoso. El resto del equipo se reduce a agua, unas pocas gotas de detergente y una superficie lo más plana posible, que puede ser un vidrio o un espejo.
Para comenzar, quita el disipador del ordenador, retira sus partes (debes trabajar con el bloque de metal completamente liberado) y límpialo.
Si por alguna razón estabas utilizando el parche térmico que viene por defecto en los disipadores estándar, puedes quitarlo con alcohol, aunque en casos más severos tal vez debas raspar suavemente con algo similar a un carné o una tarjeta de crédito.
Acto seguido, moja la lija, colócala sobre el vidrio, deja caer dos o tres gotas de detergente sobre la lija (para que el movimiento sea más suave), apoya el disipador sobre la lija y comienza a trabajar con movimientos verticales. Después de al menos diez movimientos (un movimiento es arriba «y» abajo), gira el disipador 90 grados y repite.
Ve agregando agua y detergente a la lija como sea necesario. Ahora: NO PRESIONES el disipador contra la lija. Sólo debes acompañar el movimiento. Que el peso del metal sea el que determine la presión.
Una vez que hayas completado la rotación del disipador, es hora de pasar a una lija más fina.
La regla indica que cuantos más granos de lija tengas a tu disposición, menor será la cantidad de movimientos requeridos. Si sólo tienes tres tipos de lijas, diez movimientos no serán suficientes, y deberás duplicar o incluso triplicar la cantidad. En cambio, con seis tipos de lijas diferentes, diez movimientos deberían ser más que suficientes.
¿Comprendes ahora por qué se necesita paciencia? Diez movimientos por rotación, cuarenta movimientos por grano de lija, por seis lijas diferentes, multiplicado por dos ya que el movimiento es «arriba y abajo»… para cuando finalices habrás movido tu brazo casi quinientas veces. Sólo para que quede claro: Paciencia, paciencia, paciencia. Trabaja tranquilo y bien iluminado. No te des prisa.
Si aún no has arrojado el disipador por la ventana (y creado un muñeco vudú con mi nombre para clavarle agujas), verás que la superficie del metal comenzará a mostrar un acabado muy superior al que tenía de fábrica, algo que podrás confirmar por completo una vez que hayas finalizado el proceso con la lija del grano más fino.
Ahora, muchos piensan que sería ideal darle el famoso «acabado de espejo», utilizando alguna pasta para pulir. Sin embargo, es una decisión muy cuestionada entre los que han practicado el pulido.
A pesar de todo, todavía quedan imperfecciones que no pueden ser quitadas por un pulido mecánico-manual y se cree que esas imperfecciones deben ser cubiertas por la grasa térmica y no por la pasta de pulir. Entiendo que el acabado de espejo se ve extremadamente bien, pero lo que importa aquí es la funcionalidad y no la apariencia: obtener una superficie plana es mucho más importante.
Una vez que hayas terminado con la lija más fina, lava el disipador, y deja que se seque con la superficie de contacto hacia arriba (para evitar cualquier accidente).
Tras el secado, lo único que resta es armar nuevamente el disipador y reinstalarlo sobre el procesador (no olvides limpiar el procesador y reemplazar la grasa térmica).
Como adición, el proceso de pulido provoca que limpiemos el disipador (liberando cualquier partícula de polvo que se haya acumulado entre el bloque de metal) y que reemplacemos la grasa térmica, ambas prácticas muy recomendadas para un correcto mantenimiento.
Los resultados sólo podrán ser apreciados si eres alguien que monitorea de cerca la temperatura de su procesador. La gran mayoría de los testimonios publicados en la red mencionan descensos en la temperatura de dos o tres grados en el peor de los casos, y más de diez en el mejor. ¿De qué nos sirve un promedio de seis grados? De mucho, ya que puede ser la diferencia entre un cuelgue y una operación normal de nuestro ordenador.
Sólo quedan dos cosas por mencionar: de la misma forma que se puede pulir un disipador, el mismo procedimiento se puede llevar a cabo sobre el procesador en sí… aunque esto requiere de sangre extremadamente fría.
Es posible apreciar mejoras de refrigeración sin tener que hacer nada sobre el CPU, más allá de la limpieza y el cambio de grasa cuando se reinstala el disipador, pero si tienes un procesador de sobra, nada te detiene.
Por otro lado, existe el llamado «electropulido», considerado el opuesto del galvanizado o del cromado. Es más complejo, costoso y potencialmente peligroso que el pulido mecánico, pero los resultados son muy superiores y con el cuidado suficiente puede realizarse en casa (hasta que podamos convencerlo al maestro Mario de que haga una demostración, deberás recurrir a la red para más información).
Se utiliza mucho en medicina, en la industria alimenticia, y en la joyería, pero nuestros disipadores son de metal, y pueden recibir los beneficios del electropulido sin problemas. Mientras tanto, no dejes de probar con las lijas. ¡Buena suerte!