En memoria de Hilario Camacho

Tendrí­a yo unos 16 años cuando alguno de mis hermanos mayores dejó en casa una cinta de cassette. En la portada un tipo de aspecto hippie con barba y gafas redondas. Era la Estrella del Alba de Hilario Camacho, en la que escuché sin parar su contenido de asombroso intimismo, una música repleta de sentimientos que hablaba de sueños, amores y cuentos, con metáforas y lí­rica a raudales.

La actividad radiofónica de entonces era febril y no parecía constituir inconveniente la emisión de música de todos los pelajes: grupos Heavy junto a Los Pecos, Ana Belén y Dyango junto con Génesis y Queen, Juan Pardo y The Korgis, Perales y Blondie, Status Quo y Julio Iglesias, Triana y Pino D’Angiò .. Mezclas muy locas. Y todo eso coexistía además con temas de cantautor.

Puede resultar algo chocante, como también que en un adolescente calasen hondo los mensajes de alguien como Hilario, a quien al parecer nadie de mi edad conocí­a. Lo lamentable es que salvo la etapa de Tristeza de amor que aupó la televisión, tampoco se llegarí­a a conocer mucho posteriormente. Son los misterios de la música y las patadas de la vida a quien va por libre y no se vende.

No, nadie hablaba de Hilario Camacho, un artista sincero, individualista, un poeta que dejaba que nos asomáramos a su mundo interior y cuya música me emocionaba en la soledad de mi cuarto -seguro que porque precisamente nací­a desde la soledad- y que dotó de banda sonora a la conmoción de la adolescencia.

El último 16 de agosto un breví­simo apunte en las noticias de TV anunció la muerte de Hilario. Como además muchos estábamos de vacaciones, la noticia pasó de largo sin más. Tení­a sólo 58 años y muy pronto iba a publicar nuevo disco.

Produce dolor y rabia el escaso interés informativo, más si cabe porque él nunca fue reconocido como merecí­a y se que ahora clamaran voces hipócritas pidiendo homenajes póstumos a un músico que siempre estuvo ahí­, creando composiciones sobre sentimientos profundos, humanos y universales.

Aunque no se ha dicho de manera explí­cita todo parece indicar que el gran cantor de sentimientos se quiso quitar de en medio, tal vez porque no encontraba ya su sitio y sintió que habí­a llegado su particular «Final de viaje».

«Si tu voz se ha roto
no digas nada,
tu tristeza se ha clavado ya en mi piel»

Adiós a quien tuvo el don de la belleza y la melancolí­a en su voz clara y en su autenticidad.

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