05/06/2010
Vicente Aleixandre: «Entre dos oscuridades, un relámpago»
Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos oscuridades, un relámpago. Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto, una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.
Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con humildad, con tristeza, con aceptación, con ternura, acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una compañía, allí en el desierto. Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida, el instante de darse cuenta entre dos infinitas oscuridades, miremos este rostro triste que alza hacia nosotros sus grandes ojos humanos, y que tiene miedo, y que nos ama. Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos, temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo brilla la luna del estertor. Como en una tienda de campaña que el viento furioso muerde, viento que viene de la hondas profundidades de un caos, aquí la pareja humana, tú y yo, amada, sentimos las arenas largas que nos esperan. No acaban nunca, ¿verdad? En una larga noche, sin saberlo, las hemos recorrido; quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos, con un invisible rostro cansado desde el origen las hemos recorrido. Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que nos hemos reconocido se apague, echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si acompañados. No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás de nuevo recorreremos. Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada, un momento brilla. Y te miro. Y déjame que te reconozca. A ti, mi compañía, mi sola seguridad, mi reposo instantáneo, mi reconocimiento expreso donde yo me siento y me soy. Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia - oh, cómo la siento -. Y un momento dormir sobre tu pecho como tú sobre el mío, mientras la instantánea luna larga nos mira y con piadosa luz nos cierra los ojos.