Un tal Carlovich
Vaya, esto no ha salido bien
En abril de 1974 la selección argentina de fútbol se desplazó a la ciudad de Rosario para disputar contra un combinado local un partido de preparación para el Mundial que tendría lugar en Alemania ese mismo año.
Durante el transcurso del primer tiempo deslumbró el catálogo de pases y regates que desplegó un tal Carlovich, al que apodaban «el Trinche«, y al descanso los de Rosario vencían por 3-0 (2-0 según otras fuentes).
La selección nacional argentina estaba recibiendo un varapalo inesperado. Y entonces, cuenta la leyenda, un técnico de la albiceleste entró en el vestuario de los locales y pidió que cambiaran a aquel tipo desgarbado, el único del campo que militaba en la segunda división y a quien pocos conocían, porque «Está desanimando a los muchachos«.
El susodicho no volvió al césped, a pesar de lo cual los rosarinos terminaron venciendo por 3-1.
La ciudad de Rosario, que tiene una acusada personalidad argentina, siempre fue cuna de jugadores con talento. En sus calles y en la provincia de Santa Fe todavía se recuerda a un futbolista al que se ha llegado a comparar con los más grandes, incluido el mismísimo Maradona.
Un futbolista diferente que pudo haber sido muy grande
Hijo de un fontanero emigrado desde la antigua Yugoslavia y último de siete hermanos, Tomás Felipe Carlovich nació en 1946 en Rosario y como tantos otros, se crió jugando por los descampados de su barrio con cualquier cosa que rodara.
Se formó en el equipo de Rosario Central, donde únicamente jugaría tres partidos en Primera. Lo despidieron por las constantes ausencias y la falta de puntualidad en los entrenamientos y el resto de su carrera transcurrió en divisiones de menor categoría.
Por cualidades pudo ser uno de los grandes de su época. Sin embargo no lo fue. Decían que tenía demasiado apego a la vida nocturna y a la bebida y que no le gustaban los entrenamientos, y que a veces tampoco iba a jugar…
La disciplina no iba con él y nunca alcanzó el éxito profesional. Él se explicaba así:
«¿Qué es llegar? Yo no tuve otra ambición que jugar al fútbol. Y, sobre todo, no quise alejarme de mi barrio, de la casa de mis viejos. Soy una persona solitaria. Me gusta estar tranquilo, no es por mala voluntad».
Un fútbol romántico que ya no existe
En 1972 recaló en el Central Córdoba, club donde se convertiría en un ídolo («Esta noche juega el Trinche«, era la consigna de los aficionados) y aparte jugó de forma intermitente en otros clubes modestos de segunda y tercera división en los años siguientes.
Se dice que en el año 1975 despertó el interés del fútbol francés y también del Cosmos neoyorkino de Pelé, pero ninguna de las dos posibilidades prosperó.
Un año más tarde César Luis Menotti le convoca a la selección nacional argentina. Según Menotti, El Trinche no se presentó porque prefirió irse a pescar (Carlovich dijo mucho después que no se acordaba de eso).
En 1979, fue invitado para jugar contra el Milan, de gira por América y cuentan las crónicas que el Trinche volvió loco a un joven defensor llamado Franco Baresi. Se retiró definitivamente en 1986 con 37 años.
Muerte injusta y absurda
Vivió toda su vida en la misma casa donde nació, en el barrio de Belgrano en Rosario, ciudad que se encuentra entre las más violentas de Argentina.
Fue ahí donde recientemente falleció a los 74 años de edad como consecuencia de un golpe en la cabeza contra el pavimento que sufrió cuando le robaban su bicicleta.
Pocos meses antes, Carlovich se había reunido con Diego Armando Maradona y éste le entregó una camiseta firmada: «Trinche, vos fuiste mejor que yo«, a lo que respondió: «Diego, ahora puedo partir tranquilo«.
Lo doloroso de su muerte, de su absurda e injusta muerte, no oculta la humanidad de alguien que pervive en el recuerdo como una leyenda a pesar de haber jugado la mayor parte de su carrera en categorías modestas y grandes futbolistas y entrenadores (Menotti, Jorge Valdano, Pekerman y Maradona), consideran que fue uno de los mejores jugadores al que tuvieron la oportunidad de ver.
Apenas existen grabaciones de él, ya que entonces no eran comunes en divisiones inferiores, pero dicen que era elegante, muy hábil (resultaba complicado quitarle el balón), marcando su propio ritmo pausado, con una zurda mágica y precisa. Aseguran también que el «doble caño» fue marca suya: te hacía un caño, te esperaba y te lo volvía a hacer.
«No es para tanto»
El Trinche, quien nunca esclareció el origen de su apodo, dice que la gente exagera:
«Acá en Rosario se han inventado un montón de cosas acerca de mí. Pero no son verdad… A los rosarinos les gusta contar cuentos. Algún caño de ida y vuelta habré hecho, pero no es para tanto».
Una persona introvertida, indolente y poco amigo de compromisos. Humilde ante todo, nunca se creyó más que nadie.
El mito del Trinche se ha forjado en la tradición oral de hinchas y periodistas.
Su talento supuestamente único forma parte de una mezcla de recuerdos y sentimientos en boca de los mayores, testimonios de quienes lo vieron sobre un campo de fútbol. Y claramente es un acto de fe, no hay mucho más que argumentar, confiar tan sólo en la memoria de la gente que alguna vez lo vio en acción.
No se sacrificó por la profesionalidad que la competición requiere, ni se adaptó a la nueva era del fútbol moderno con sus tácticas y preparación física. El camino hacia la excelencia deportiva, simplemente no le interesó.
No es partícipe -no quiso serlo- de los valores actuales del más popular de los deportes en el mundo, donde sólo cuentan los resultados y a su vez éstos dependen directamente del capital. Sin embargo, muy pocos han recibido el reconocimiento espontáneo que él obtuvo sin necesidad de que lo avalen las victorias y el palmarés.
Carlovich eligió mantener su propia esencia. Su destino estaba en los campos polvorientos, no en los grandes estadios y resolvió quedarse ahí. Pertenece a la raza extinta de un fútbol romántico. Como dijo también Menotti:
«Le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional del fútbol».
Fuentes
Adiós a El Trinche, el mejor futbolista desconocido del mundo.
Informe Robinson: El Trinche fue el más grande: