H. P. Lovecraft, caballero del horror

«La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido».

H. P. Lovecraft

La literatura fantástica cobró fuerza bajo el romanticismo de finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, cuando una serie de autores rescataron ingredientes de leyendas y cuentos populares para forjar el relato de terror tal como hoy lo conocemos. Curiosamente se produjo en uno de los perí­odos históricos más racionalistas.

El nombre de Lovecraft va sin duda ligado íntimamente a esto. Sus escritos, en particular los Mitos de Cthulhu, influyeron en otros autores de ficción y podemos encontrar elementos que él imaginó en novelas, pelí­culas o incluso cómics (por ejemplo las oscuras y góticas ciudades tipo Gotham City). Stephen King, entre otros, ha reconocido a Lovecraft como una de sus más importantes influencias.

La vida del solitario de Providence

Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) nació en Providence, Rhode Island (U.S.A) y fue prácticamente un prodigio que leí­a con tres años, escribió su primera obra con quince y con dieciséis participaba con una columna de astronomí­a en el Providence Tribune.

Gracias a la inmensa biblioteca de su abuelo se empapó de conocimientos del mundo grecolatino y oriental y se aficionó a la astronomí­a. Aunque su mentalidad fuese racionalista y empí­rica, a Lovecraft le atraí­a poderosamente la literatura imaginativa, de hecho manifestó ser un crí­o solitario y retraí­do con especial predilección por los lugares extraños y apartados donde desatar a gusto su imaginación exuberante.

A los 8 años muere su padre, dicen las malas lenguas que alcoholizado, y desde entonces la familia queda en condiciones económicas precarias, una situación que le acompañarí­a el resto de su vida. Muerto también su abuelo, la educación del niño recayó en su madre y sus dos tí­as; una madre estricta que solí­a romperle la cabeza con la idea de que él no debí­a jugar con niños de menor categorí­a -la familia presumí­a de distinguidos ancestros- o insistiendo en que era feo y nunca llegarí­a a triunfar.

Siendo muy joven vivía ya como un ermitaño entregado a la poesí­a y a los relatos de ficción pero por fortuna consiguió introducirse en la Asociación de Prensa Amateur contribuyendo con ensayos y generando una profusa correspondencia con otros miembros. Una estimación habla de que pudieron ser unas 100.000 cartas las que escribió a lo largo de su vida. En algunas ocasiones las fechaba en 200 años antes para situarse antes de la Revolución Americana, ya que ésta ofendí­a al parecer su anglofilia.

En 1921 fallece su madre y Lovecraft se ve desamparado. A estas alturas no le queda más remedio que moverse en busca de trabajo tomando pequeños encargos en general ligados a la literatura, como retocar escritos de otros autores.

En una convención de periodistas aficionados en Boston conoce a Sonia Greene y tres años más tarde se casan. Se mudaron a Nueva York pero allí­ la pareja pronto se vio inmersa en dificultades económicas: Sonia perdió su tienda de sombreros y hubo de trasladarse a Cleveland. Lovecraft permanece en Brooklyn, aunque no habí­a encontrado trabajo.

Es cuando desarrolla una profunda aversión hacia la vida neoyorquina. Que él, quien se consideraba un anglosajón puro, no consiguiera trabajo en una ciudad mayoritariamente de inmigrantes, le afectó mucho y alentó en su interior un racismo que serí­a recurrente en sus obras, donde a menudo los villanos son seres de otras razas.

Sonia y Howard acordaron amistosamente el divorcio y nuestro hombre regresó a Providence con sus tí­as. Se siente fracasado, pasea por las noches solo, se acrecientan sus miedos… Sin embargo es entonces cuando escribe la mayorí­a de sus obras más conocidas.

Siguió manteniendo una correspondencia enorme, supervisó la carrera de otros colegas y cultivó la amistad de muchos escritores jóvenes. Mostró interés y preocupación por las condiciones socio-económicas del paí­s, se convirtió en un socialista moderado y nunca abandonó el estudio de una gran variedad de temas, desde la filosofí­a a la literatura o la arquitectura.

Los últimos años de su vida fueron muy apurados. A pesar del duro trabajo y de sus esfuerzos como escritor, la pobreza en la que viví­a aumentó y su salud fue minando. Murió el 15 de marzo de 1937 cuando contaba con 46 años.

El camino hacia un horror sobrenatural

Durante muchos años Lovecraft sólo fue conocido por algunos lectores y crí­ticos especializados. Un grupo de escritores, que llegó a conocerse como el Cí­rculo de Lovecraft, son quienes evitaron que el nombre y las historias de Lovecraft desaparecieran en la oscuridad del olvido.

Siempre se vio a si mismo como un caballero para quien la literatura no constituía sino una afición no mercantilista.

Hoy se le considera el gran innovador del cuento de terror y uno de los máximos exponentes del horror sobrenatural no tradicional, es decir, aquel que se aparta de relatos sobre fantasmas y demonios e incorpora otros elementos de ficción: razas aliení­genas, viajes en el tiempo, existencia de otras dimensiones…

Cthulhu es un monstruo de perfil vagamente antropomórfico, con cabeza semejante a la de un pulpo, cuerpo de escamas, tremendas garras y alas largas y estrechas.

Lovecraft imaginó una mitologí­a propia con un panteón regido por criaturas ciclópeas sumidas en una muerte-sueño milenaria, esperando volver a este mundo cuando algún hombre recite las invocaciones arcanas.

Estos dioses son seres más poderosos que el hombre y de una dimensión diferente. Criaturas amenazadoras, enemigos de la raza humana que pretenden aniquilarnos y dominar el planeta. Los dioses de Lovecraft simbolizan arquetipos poderosos que pueblan el inconsciente colectivo de la humanidad y esperan la oportunidad para dominar nuestros actos.

La contribución original de Lovecraft se basa en la idea de que si el hombre deja de ser el centro de la creación, los temores que lo acechan ya no serán los creados por otros hombres sino un horror más antiguo y ajeno a la Humanidad, un horror que nos sobrepasa. Quedamos a merced de las fuerzas antiguas e insondables de los Dioses Primigenios.

Los dioses de Lovecraft, dotados de nombres fonéticamente tan sugerentes como Cthulhu, Yog-Sothoth o Nyarlathotep, eran monstruos de crueldad y horror indecible.

De esto hace muchos años, pero recuerdo que las lecturas de Lovecraft despertaban el desasosiego en mi; relatos cuyas vivas descripciones impresionan. En sus historias no era raro el personaje enfrascado en experimentos solitarios y extraños (en general relacionados con anfibios) que termina por transformarse en una criatura horrenda, en una bestia de nombre impronunciable.

Lovecraft utilizaba un tipo de vocabulario arcaico, ortografí­a en desuso y adjetivos infrecuentes. Dicen que su aversión al pescado le llevó a imaginar una serie de abominaciones procedentes del mar; su racismo, a las monstruosidades surgidas del apareamiento de los humanos con ellas, y las pesadillas a la creación de un universo oní­rico.

Algunas constantes en la temática de sus historias son: la culpa atávica, la imposibilidad de escapar del Destino y la idea de que la civilización está siempre amenazada por influencias extraterrenas.

En cualquier caso lo que de verdad distingue a Lovecraft es que su literatura consigue que la mente de cada lector genere su monstruo particular.

El Necronomicón: el libro inexistente más citado

Según H.P. Lovecraft, el Necronomicón es un libro de saberes arcanos y magia ritual cuya lectura provoca la locura y la muerte. Contiene fórmulas olvidadas que permiten contactar con entidades sobrenaturales de un inmenso poder, los Antiguos, y despertarlas de su letargo para que se apoderen del mundo que ya una vez fue suyo.

El Necronomicón aparece en gran parte de los escritos de Lovecraft, que cita también otros libros de magia. En 1927 Lovecraft deja unas notas sobre la autorí­a del Necronomicón según las cuales el libro fue escrito con el tí­tulo de Kitah Al-Azif (en árabe: «el rumor de los insectos por la noche«) alrededor del año 738 d.C. por el poeta árabe Abdul Al-Hazred. Se dice que Alhazred murió a plena luz del dí­a devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo.

Lovecraft abunda en datos para hacer verosí­mil la existencia del libro. Cuenta por ejemplo que hacia el año 950 fue traducido al griego adoptando el tí­tulo definitivo y que tuvo una rápida difusión entre los filósofos y hombres de ciencia en la Baja Edad Media. Sin embargo, los horrendos sucesos que se producí­an en torno al libro hicieron que la Iglesia Católica lo condenara en el año 1050. En 1228 Olaus Wormius tradujo el libro al latí­n.

Y ahora viene lo bueno: el famoso árabe loco Abdul Alhazred no es más que un apodo que el mismo Lovecraft se puso en la infancia, inspirado en la lectura de Las mil y una noches (Alhazred = all has read, el que lo ha leí­do todo). Por tanto es un libro que nunca fue tal, lo que no ha impedido que haya dado pie a grandes confusiones hasta el punto de que se pueden encontrar páginas en Internet que pretenden desvelar sus misterios y hasta lugares donde se ofrece a la venta.

Unas palabras sobre sí­ mismo

Finalmente pienso que lo mejor es permitir que el propio autor se presente. En una carta de 1929, H. P. Lovecraft decí­a de sí­ mismo:

«Mi gusto por las cosas raras empezó muy temprano, porque siempre he tenido una imaginación tumultuosamente desenfrenada. Le tuve miedo a la oscuridad hasta que mi abuelo me curó haciéndome atravesar por la noche cuartos vací­os y corredores; tení­a la tendencia a tejer fantasí­as alrededor de todo lo que veí­a. Muy temprano, también, empezó mi gusto por las cosas viejas, y sigue siendo una parte importante de mi personalidad».

Tumba de Lovecraft, con el breve pero significativo epitafio «Yo soy Providence».

«Sabiendo que nunca seré rico, debo estar satisfecho si me puedo quedar aquí­ el resto de mis dí­as, en un lugar tranquilo y a una corta distancia de los bosques, campos y rí­os que recorrí­ en mi niñez. Mi principal ocupación remunerativa es la revisión profesional de la prosa y el verso de otros escritores, una tarea que odio».

«Soy esa clase de tipo, un cí­nico y materialista con gustos clásicos y tradicionalistas; que siente cariño por el pasado, sus reliquias y sus maneras, convencido de que la única búsqueda válida de un hombre sensato en un cosmos sin propósito es la búsqueda del gusto y el placer inteligente promovido por un pensamiento vital y una vida imaginativa. Porque no creo en los valores absolutos. Acepto los valores estéticos del pasado como los únicos puntos de referencia disponibles -los únicos valores relativos que se pueden aplicar- dentro de un universo que de otra manera resulta perplejo e insatisfactorio».

Ahora estamos obligados a hablar otro dí­a de Edgar Allan Poe y otro más de Maupassant, y así­ tal vez podamos completar el gran tridente de la literatura fantástica de terror.

Lovecraft en Wikipedia
Lovecraft, poeta maldito

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