Por favor, mátame
Todo el mundo conoce cómo suena el punk: acelerado, sin pulir, con guitarras cortantes y una línea de bajo arenosa y voces gritando agresivas. Para sus protagonistas, bandas y seguidores, el punk conformaba una identidad juvenil de ira, rebeldía y provocación.
El punk explotó como un nuevo movimiento manifestado en la vestimenta y el estilo de vida, comúnmente entre personas desfavorecidas de la sociedad. Pero ¿cuándo se le puso música? No se sabe con exactitud. Aunque a menudo se sitúa el punto de partida con la llegada de los Sex Pistols, son precisas muchas matizaciones.
Sex Pistols, Londres 1977
A mediados de la década de 1970 el Reino Unido vivía inmerso en la recesión económica y con frecuentes disturbios civiles. Como escribió un periodista británico: «La palabra ‘huelga’ estaba en todas las páginas de todos los periódicos casi todos los días. Los servicios públicos estaban colapsados. Este país era un desastre de verdad». Ahí germinó la escena punk, cuando las perspectivas para los jóvenes eran muy sombrías.
Sin embargo en Estados Unidos los New York Dolls y los Ramones desde Nueva York y The Stooges y MC5 desde Detroit, ya venían desarrollando la actitud y las formas del punk desde años antes.
Por tanto a estas alturas deberíamos saber que el Punk no se originó en Inglaterra, sino en USA.
En Nueva York germinaba desde mediados de los años 60 una escena musical propia que apostando por el rock crudo y visceral anticipó el Punk.
Richard Hell (The Voidoids, Television, Heartbreakers) había diseñado una camiseta con el lema «Por favor, mátame» pero no se la ponía nunca. Le dije que ya me la pondría yo. La llevé cuando tocamos en la planta superior del Max´s Kansas City y al acabar se me acercaron unos chicos. Aquellos fans me dirigieron una mirada psicótica y me preguntaron: «¿Hablas en serio?». Entonces me dijeron: «Si eso es lo que quieres lo haremos con mucho gusto, porque somos unos fans totales». Me miraban con ojos de loco, y yo pensé: «Nunca más me vuelvo a poner esta camiseta».
Richard Lloyd, antiguo guitarrista de Television
La cultura underground de entonces tomó esa inmediatez para expresar música rabiosa con todo tipo de mensajes nihilistas. A la inspiración primaria de Velvet Underground, Patti Smith, MC5 y los Stooges sucedieron Dead Boys, Blondie, Television, New York Dolls, Johny Thunders y Heartbreakers, Dictators y por supuesto los Ramones.
Los nuevos sonidos con sus letras deliberadamente oscuras nutrieron a los músicos irreverentes que llegaban en tropel a partir de 1977, ahora sí, desde Gran Bretaña: The Damned, The Clash y Sex Pistols.
La historia del Punk y sus antecedentes fue recopilada por el escritor estadounidense Legs McNeil con la ayuda del canadiense Gillian McCain y publicada en 1996 bajo el título de «Por favor, mátame: la historia oral sin censura del punk» (Please Kill Me: The Uncensored Oral History of Punk), completa retrospectiva sobre la gestación del punk y su posterior impacto internacional.
El propio autor, Legs McNeil, andaba por Nueva York en 1975 y junto con el dibujante John Holmstrom fundaron Punk Magazine con la idea de tratar los temas que más les gustaban, literalmente:
«Las reposiciones por televisión, beber cerveza, el sexo, las hamburguesas con queso, los cómics, las películas serie B y aquel extraño y nuevo estilo de rock and roll que a nadie parecía gustarle».
Así que fue testigo directo y partícipe de unas de las grandes revoluciones del rock y la cultura popular del siglo XX.
El libro contiene un montón de horas de entrevistas a los protagonistas de aquello, no solo músicos, también amigos, novias, managers y otros personajes de la fauna que siempre rodea esto y que ponen al descubierto un conjunto de anécdotas sabrosas rememoradas sin censura.
Por las páginas desfilan groupies, yonkis, camellos, chaperos, prostitutas… Parece por momentos una crónica de sucesos con bastante depravación, diría yo.
Es chocante constatar que buenas creaciones musicales hayan sido obra de tipos así, pero cabe también recordar que en el día a día nadie es tan ingenioso y brillante como pueda o no serlo su obra, y que tampoco hay gloria sin las necesarias dosis de miseria y realismo sucio.
La estructura oral del libro hace su lectura rápida y adictiva, las anécdotas sobre drogas, sexo y amoríos atrapan sin piedad. Aunque la carga de dureza en «Por favor, mátame» es grande y lacerante, queda espacio también para el hedonismo, la poesía perdida y la redención.
Es un relato que consigue capturar el brillo y las miserias de toda una generación.
Esta pareció ser la revolución de los bichos raros, de los que no encajaban. El Punk se gestó desde los barrios urbanos donde las drogas, la violencia y la exclusión social eran con lo que tenían que convivir muchos jóvenes. Formar un grupo musical ruidoso y descarado, hacerse oír en un garito sin ventilación rodeado de gente y ponerlo todo patas arriba, fue la salida para muchos, tal vez la única.
El tiempo demostraría si eran de verdad artistas, impostores o genios circunstanciales. Compartieron en cualquier caso una juventud marginal rebosante de adrenalina y desparpajo que buscó siempre incomodar.
Como es natural hubo de todo: gente insegura y desorientada, viciosos, gamberros y aprovechados, exhibicionistas y también personas muy desaprovechadas que cayeron en el pozo de las adicciones. Muchos se quedaron en el camino, algunos siguieron la senda.
Gran número de los protagonistas de este libro ya no están. La vida en el rock siempre fue, además de excitante, muy agitada. Y después vas y te mueres (posiblemente de sobredosis o efectos derivados).