La poderosa metáfora del Sur
Viendo True Detective, que discurre en Louisiana con Woody Harrelson y Matthew McConaughey como magnífica pareja protagonista, podemos evocar la particular belleza del sureste de Estados Unidos, dulce y decadente, con esa marcada identidad que ha dado tantos frutos en la literatura, la música y el cine.
La gran pantalla siempre extrajo de estos territorios de la esquina del continente una cara diferente de Norteamérica, la visión de un mundo donde la religión y la superstición, la hospitalidad y el recelo, conviven con acentuadas tradiciones.
Aquí los hábitos son potentes y los recuerdos alargados. Más que cualquier otra parte de los Estados Unidos, el Sur ha desarrollado costumbres propias, las de una región poderosamente conformada por su historia que todavía hoy forma un aparte.
Existen un montón de películas cuya ambientación y desarrollo dramático encontraron su espacio dentro de las peculiaridades de la vida sureña: la Alabama de Forrest Gump, la Georgia de Tomates verdes fritos o de Medianoche en el jardín del bien y el mal, el Tennessee de los años 60 de En el calor de la noche, Fuego en el cuerpo, bajo el calor pegajoso de Florida, La jauría humana (Texas), El príncipe de las mareas (Carolina del Sur), En el centro de la tormenta (Louisiana)… Y eso por citar solo unas cuantas.
Son ingredientes comunes en la mayoría de ellas, aparte de un calor persistente, la fuerza de la moralidad, los prejuicios clasistas o raciales y distintos elementos subjetivos que pueden ser entrañables o por el contrario, llegar a ser sórdidos.
Siguiendo con lo que nos han mostrado las series y el cine, podemos fácilmente recordar escenas de violencia contenida y a menudo una atmósfera enrarecida donde los personajes se retuercen bajo el misticismo o la soledad. Hay incluso una frase literaria que afirma algo tan demoledor como esto:
«Pon una valla alrededor del Sur y tendrás un gran manicomio.»
«Put a fence around the South and you’d have one big madhouse.” (Florence King)
Y a pesar de todo, no nos dejan de sorprender las esencias de este mundo lírico y misterioso en el que la buena música de raíces atraviesa el aire de los caminos y pantanos.
Alabama, Arkansas, Florida, Georgia, Kentucky, Louisiana, Mississippi, Tennessee, las dos Carolinas y las dos Virginias, son los emblemáticos territorios del Sur de EEUU.
Todos ellos necesitaron décadas para recuperarse de la devastación de la Guerra Civil. Todos comparten una herencia cultural e histórica diferenciada con un pasado turbulento, mayores índices de pobreza que el resto del país y una mezcla de estereotipos, molestos para unos y reverenciados por otros.
Esta porción de América del Norte ha mantenido la llama de un cierto separatismo a lo largo del tiempo.
Aquí encontraremos la patria del Blues, que hunde sus raíces en los cantos y otras expresiones musicales originarias de África, el continente diezmado por el tráfico de esclavos.
Los descendientes de esos esclavos, despojados de su alcurnia e identidad, conseguirían no obstante ir moldeando manifestaciones de una memoria colectiva que de forma fragmentada, incluso distorsionada, fue transmitiéndose por distintas zonas de Norteamérica, chocando y fundiéndose con otras culturas: las aborígenes, la inglesa, la hispana, la francesa y la centroeuropea.
Las baladas y los himnos, las letanías, las rimas infantiles, se combinaron con valses y polkas y de tal amalgama surgió algo que no se puede categorizar pero cuya cristalización señala la irrupción de lo negro en el entorno social del Delta del Mississippi.
Unas músicas que cobraron forma a partir de los cánticos que marcaban el ritmo en la labor de las plantaciones, a partir de los lamentos tarareados bajo la noche oscura después de una jornada de trabajo extenuante y desde los rezos espirituales esperanzados en un mañana mejor.
El blues, floreciendo desde el dolor, encontraría así su espacio y su identidad tras la abolición de la esclavitud, cuando la población negra afronta unas condiciones nuevas que aunque no mucho mejores, al menos permitían estrenar una libertad en la que era posible cantar en nombre propio e ir desmenuzando la historia de los tuyos.
En el enorme delta del río Mississippi, sobre las amplias marismas y pantanos de las zonas costeras del sureste, se asienta el estado de Louisiana, entre los de Texas y Mississippi.
Louisiana fue una vez territorio español y luego colonia francesa. Su patrón de desarrollo incluyó la importación de numerosos africanos esclavos en el siglo XVII.
Tras la Guerra de Secesión la progresiva anglificación del territorio no evitó sin embargo que Louisiana mantuviera su idiosincrasia; muchos de sus entornos son ejemplo de patrimonio multicultural y multilingüe influenciado por la mezcla de la herencia francesa del siglo XVIII junto a la africana e incluso indoamericana, un mosaico étnico excepcional en los EE.UU.
Al tener su origen en las colonias católicas francesas y españolas, Louisiana aprovechó esa división eclesiástica y de hecho es el único estado de la Unión cuyas subdivisiones políticas se denominan parroquias (Parishes) en vez de condados. Todavía las comunidades rurales pueden tener un fuerte apego a sus iglesias como institución fundamental.
Probablemente pocos lugares sean tan fecundos para la música como el Estado de Louisiana, cuna del jazz y del blues, hogar de la música Cajún y del Zydeco.
Los cajunes son los descendientes de los colonos franceses y sus esclavos africanos, deportados por las autoridades británicas en 1755 desde Acadia (colonias de Francia en Canadá) a Louisiana, que por entonces pertenecía a Francia.
Constituyen una importante comunidad francófona en el sur del estado Lafayette, Lake Charles y numerosas aldeas o bayous dispersos por los pantanos del delta del Mississippi con características culturales muy definidas y que fueron reconocidos oficialmente como grupo étnico por el gobierno de los Estados Unidos en 1980.
La música Cajún y el Zydeco presentan no pocas similitudes y el mismo origen en esta parte del mundo.
Cada uno de los estilos influyó sobre el otro compartiendo instrumentos, pero mientras la música Cajún, a menudo cantada en francés es más bailable, con pinceladas de vals, fox-trot y polka por su ascendencia europea, el Zydeco tiene sus orígenes en los aparceros, esclavos y granjeros afroamericanos que habitaban la zona a mediados del siglo XIX y resulta ser más negra y espiritual, con un fuerte influjo del blues, el góspel, la música afro-caribeña y el R&B.
En el Zydeco, además de instrumentos convencionales del blues como la guitarra, el contrabajo, la armónica o el piano, se emplean de manera destacada el acordeón, el violín, el banjo y la washboard o tabla de lavar, éste último uno de los pocos instrumentos musicales inventados en Estados Unidos, siendo el diseño más conocido el que ideó Clifton Chenier y fabricó Willie Landry en 1946. El intérprete utiliza dedales en todos sus dedos y con ellos frota, golpea o rasca el instrumento.
Nacido en Opelousas, Louisiana, como Clayton Joseph Thompson, Clifton Chenier (1925-1987) es considerado el rey del Zydeco, el particular estilo musical de la gente de color en la Louisiana francófona.
Originario de una familia rural muy pobre, Clifton Chenier trabajó desde niño en el campo como aparcero y cortador de caña, al igual que su hermano y su primo, quienes más tarde serían músicos de su grupo acompañante, la Red Hot Louisiana Band.
Este gran cantante y acordeonista tocó infatigablemente por los bayous durante años y años, en salones y casas de baile adonde acudía la gente a bailar y divertirse un rato, garitos sudorosos rebosantes de humo y alcohol (me vienen a la cabeza las escenas de bar en El color púrpura), y no lograría reconocimiento hasta mediados de los años 50 en pleno auge del rock and roll -que lo influyó ostensiblemente-, cuando entre otras cosas revolucionó el Zydeco al sustituir el acordeón diatónico simple de botones introducido por inmigrantes alemanes por el acordeón cromático con teclas que le permitía tocar notas de blues.
Logró éxito internacional especialmente tras el disco Bogalusa Boogie’Blues & Zydeco (1975) que le llevó a giras por Europa y Japón. En Francia gustaron mucho tanto el Cajún como el Zydeco.
Artistas como Bob Dylan, Paul Simon, J.J Cale, Jerry Lee Lewis, Leonard Cohen, James Taylor, John Fogerty, Johnny Winter y The Neville Brothers, entre otros, han sido influidos en mayor o menor medida por las músicas Cajún y Zydeco, de las pocas músicas rurales negras que siguen siendo auténticamente populares y vivas.
En 1983 Clifton Chenier ganó un Grammy y en el 84 fue distinguido con el National Heritage Fellow que premia a los maestros del folk y de la música popular tradicional. En 1989 fue incluido póstumamente en el Blues Hall of Fame y en 2011 en The Louisiana Music Hall of Fame.
Rory Gallagher escribió una canción rindiendo tributo a Chenier titulada «The King of Zydeco» y Paul Simon lo menciona en su canción «That Was Your Mother» del álbum de 1986 Graceland. John Mellencamp también lo nombra en su canción «Lafayette«.
Hay un documental de 1973, Hot Pepper, en torno a la figura de Chenier que incluye entrevistas a él mismo y a sus familiares y amigos, así como panorámicas de la zona de Nueva Orleans. Clifton explica que escribió I’m Comin’ Home para su madre porque «ella es la única mujer que sé que siempre me querrá». Lamentablemente falleció antes de que pudiera tocársela. E
Hot Pepper explora el mundo Creole de Louisiana a cargo del reconocido cineasta independiente Les Blank. Contiene acordeones, comida sabrosa, malos espíritus, obreros de faena y música auténtica y I’m Coming Home habla con extrema sencillez de sentimientos universales:
«Regresaré a casa, sí, volveré a casa
porque ahí es donde pertenezco»
Hats off.
Clifton Chenier: I’m Coming Home (To See My Mother)
LYRICS
I’m, I’m coming home
‘Cause I feel, you know I feel oh so all alone
I’m coming back home and meet my dear old mother
‘Cause that’s where I belong
You know all, all of my friends
They all saying it’s not a bad choice for me
I’m coming back home, yes I’m coming back home
‘Cause that’s where I belong
Instrumental
You remember, I was alone,
I wanna start, I wanna start all over again
And when I’m coming home, I’m coming back home
‘Cause that’s where I belong
One more thing I wanna tell you
You know all, all of my friends
They all saying it’s not a bad choice for me
And when I’m coming home and meet my dear old mother
That’s one woman, I know she loves me,
I know she do, I know she do
I’m, I’m coming home
I feel, feel so all alone
I’m coming back home and meet my dear old mother
‘Cause that’s where I belong
¡Excelente artículo!, Maese Vacas, excelente artículo.
El sur de los Estados Unidos me recuerda a una vieja dama, elegante y melancólica. La cual, después de vivir la belleza y la juventud, no acepta que sus mejores años ya pasaron.
El sur de Estados Unidos tiene muchas cosas buenas, por ejemplo, el famoso Southern Comfort (que podríamos traducir como: El saber “vivir” del sur) o la fuerte personalidad de los estados sureños.
No obstante, el sur también tiene muchos prejuicios y mucha historia para olvidar.
Mi novia nació en Birmingham (Alabama) y no le gusta decir donde nació (debido a los prejuicios e incultura que se le achaca al sur).
Respecto al tema de los instrumentos musicales Americanos:
Me ha llamado la atención este instrumento (https://es.wikipedia.org/wiki/Steel_guitar) que he visto muy a menudo en las tiendas de instrumentos musicales de Austin ( y no así en Nueva York).