Hoy me pregunto algunas cosas

¿Por qué hemos de considerar esta crisis peluda como un simple paréntesis entre perí­odos de riqueza, un mal necesario que desafortunadamente llegó y del que saldremos mejor y económicamente más fuertes?

¿Por qué? ¿Qué hay de los cambios de paradigma para el empleador y las duras consecuencias para el empleado?

¿Tenemos acaso controladas las riendas de un sistema capitalista de cara a su sostenibilidad?

¿El liberalismo a ultranza ha de continuar una senda sin freno o deben los gobiernos y los ciudadanos poner algún tipo de inspección?

¿Van a permitir los más poderosos y los privilegiados otros rumbos, otros modelos posibles?

¿No es inútil confiar en las previsiones de gurús de la economí­a internacional que hasta ahora han demostrado una miopí­a lamentable y nunca se ponen de acuerdo sobre las causas de lo sucedido o los remedios pertinentes?

De cara al futuro, ¿nos servirá de algo el mosqueo permanente con el que vivimos a causa de los excesos cometidos por sectores y agentes financieros?

¿Comprenderemos la lección de haber llevado las prácticas de la especulación a todas partes y a todos los niveles de las administraciones públicas e incluso de la población?

¿Aprenderán los nuevos estados a repartir racionalmente sus presupuestos entre sociedades con necesidades nuevas, distintas y cada vez más amplias o agigantarán el endeudamiento de todos?

¿No es más cierto un horizonte sombrío de empobrecimiento progresivo para amplias capas sociales y una disolución de las clases medias tal como las hemos conocido?

Y sobre todo, ¿por qué en lo tocante a economí­a, motor de nuestras vidas y conjunto de técnicas que deberí­an formar parte de nuestra instrucción desde la infancia, seguimos siendo unos pobres ignorantes a los que mienten, engañan y falsean a diario?