A ver qué dicen las sanguijuelas …
No me preguntéis nada pero el doctor y naturalista George Merryweather (1794-1870) a lo largo de mucho tiempo había observado que durante los momentos anteriores a la aparición de una tormenta, las sanguijuelas de agua dulce tendían a agitarse, a ponerse «nerviosillas».
Entonces la conclusión fue clara: sanguijuelas por un lado, tormenta por el otro… ¡Lo suyo aquí en medio es una máquina!
Una aclaración previa: estamos ante uno de esos auténticos científicos de la era victoriana, es decir, un caballero convencido de que todo problema de la humanidad tiene su correspondiente solución práctica por medio de algún ingenioso mecanismo. Y como además se daba maña para inventar extraños artilugios, en la gran Exposición Universal de 1851 celebrada en el Crystal Palace londinense presentó el Tempest Pronosticator o «pronosticador de tempestades», un dispositivo de predicción meteorológica que causó sensación entre el público.
Consistió el invento (esto haría las delicias de los enamorados del diseño tecnológico de la era victoriana) en un artilugio de un metro de alto formado por una docena de frascos de vidrio en círculo. Cada uno albergaba una sanguijuela en un poco de agua de lluvia, lo que permitía que las sanguijuelas pudieran verse unas a otras.
«Así no se angustiarán por su solitario confinamiento», señalaba el inventor
Cuando el aire se cargaba eléctricamente, las sanguijuelas se agitaban comenzando a trepar por las paredes de la botella introduciéndose en un estrecho tubo de latón y moviendo así un pequeño martillo de hueso de ballena conectado a su vez a una campana a la que hacía sonar. Con este soniquete ya sabías que se acercaba una tormenta.
Merryweather consideraba al indicador o pronosticador de tempestades como «Una de las ideas más magníficas que había salido de la mente de un hombre» y así trató de persuadir al gobierno británico para instalar su cacharro en los puertos de todo el litoral.
No reaccionó sin embargo el gobierno sino con frialdad a la propuesta y el Departamento Meteorológico insistió en continuar utilizando barómetros de mercurio antes que sanguijuelas, con lo que el invento de Merryweather quedó relegado al olvido.
Por cierto, el apellido Merryweather no podía ser más apropiado, ya que viene a significar «clima feliz o alegre». Y al parecer, sí, las sanguijuelas son sensibles a los cambios en el clima.