Tropezar mil veces
Mi querido Adso:
Te confieso que hace un momento los vapores del miedo irrumpieron en el interior de esta piel novicia expandiéndose tan plácida como implacablemente. Habrán llegado hasta Dios sabe dónde.
En consecuencia, víme cautivo del fatigoso desengaño, preso de una sensación bien enmarcada de la propia ridiculez que represento, y ya sabes bien que ejerzo muy poco control sobre esto pese a dedicar a ello muchos esfuerzos cotidianos.
Decía el escritor muerto que el hombre lo es más una vez ha rozado el límite de sus posibilidades y asomándose al abismo acuciado por una presión letal, mostrará sin duda su verdadera talla, la plenitud de su dimensión heroica.
Casi tiemblo al preguntarlo Adso, querido bichejo, ¿acaso eso significa que un hombre acorralado y roto está listo para dar sus mejores frutos? ¿No es más probable que descubra alarmado la impotencia, sufra el dolor animal y manifieste una completa ausencia de reacción?
Así lo creo yo, y por eso os traigo otra máxima poderosa. Viene a recordarnos que aquello de que el hombre tropieza dos veces en la misma piedra se formuló sin duda para simplificar, ya que si dispone de tiempo y experiencia suficiente tropezará no dos, sino mil veces contra los mismos obstáculos sin llegar a comprender por qué. Luego preguntará extrañado si no se trata de un «dejá vue». Hay que joderse, amigo.