El cráter del Ngorongoro

¿Quedan aún en nuestro planeta lugares no alterados profundamente por la acción del hombre, donde la naturaleza sigue discurriendo por su cauce? No lo creo, nada se encuentra a salvo de nuestras garras. Aún así es fácil soñar con la pureza de sitios como el Ngorongoro.

El Gran Valle del Rift es una enorme fractura geológica que discurre a lo largo de unos 5.000 km. de norte a sur por el Africa oriental. Desde el Mar Rojo hasta Mozambique, atraviesa un total de 12 paí­ses y es único por su rica biodiversidad. A él pertenecen volcanes apagados como el Kilimanjaro y el Ngorongoro, valles fértiles, lagos dulces y salados…

Además entre sus capas de sedimento se hallaron los fósiles más antiguos de homí­nidos encontrados en el mundo hasta la fecha (garganta de Olduvai, Tanzania).

La fertilidad de los suelos unida a una climatologí­a benigna han hecho posible un marco privilegiado para la proliferación de la vida animal sobre unos paisajes verdaderamente espectaculares.

Un lugar donde aún permanece casi intacta la imagen idí­lica de las tierras altas de África es el cráter Ngorongoro, a 2.236 metros sobre el nivel del mar y que constituye la mayor caldera de derrumbe del mundo sin brechas en las paredes.

Se ha deducido que hace casi 3 millones de años una gran explosión hizo añicos un enorme estratovolcán en la Gran Falla Africano-oriental dando origen al cráter de Ngorongoro, una de las verdaderas grandes maravillas de la Tierra.

Se trata de un enorme cráter volcánico extinto situado al noreste de Tanzania, en las tierras altas, cerca de la frontera con Kenia. Proporciona refugio seguro a la fauna salvaje y constituye además un área de estudio única debido a que sus poblaciones de animales salvajes permanecen aisladas de las del resto del paí­s por las paredes del cráter, que alcanzan unos 600 metros de altura.

La zona de conservación de Ngorongoro (en inglés: Ngorongoro Conservation Area) cubre una extensión de 8.288 km², aproximadamente la superficie de la provincia de Valladolid. El Ngorongoro es zona de conservación desde 1959, momento en que se separó del Parque Nacional de Serengueti y fue declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad en 1979.

El Ngorongoro se comporta por tanto como un microcosmos lleno de vida en el corazón de la sabana africana.

Desde pastizales hasta pantanos y desde bosques a laderas, el cráter brinda hábitats para todo tipo de criaturas.

Este paraí­so terrenal es un escenario exuberante donde leones, hienas, cebras, gacelas, avestruces, flamencos, elefantes, buitres, ñus o el rinoceronte negro (al borde de la extinción) representan la dramática historia de la vida y la muerte que se puso en marcha hace millones de años.

Para llegar hasta este maravilloso escenario natural hay que contratar obligatoriamente una excursión guiada en la ciudad de Arusha, al norte de Tanzania. No se permite el acceso al parque de personas por cuenta propia, además está completamente prohibido bajarse del vehí­culo salvo en un par de zonas habilitadas, donde no resulta raro que los babuinos roben bolsos y cámaras o que los milanos arranquen un sandwich directamente de las manos de un turista. Generalmente las excursiones comienzan al amanecer luego de ingresar al parque en jeep o minibus. Tras hora y media de caminata se llega al cráter.

En realidad, frente a lo que suele pensarse, los animales entran y salen del cráter en un flujo casi constante e incluso migran. Si no pudieran salir del cráter morirí­an en los años de sequí­a.

Hoy en dí­a el cráter ha de convivir con los efectos del boom turí­stico en Tanzania y llega casi a la sobreexplotación en determinados meses.

Otra problemática es la de los Masai, quienes habitan desde tiempos ancestrales en la base del volcán y ostentan el derecho a pastorear en algunas zonas. La avalancha de turistas hace que reciban dólares extras gracias a las fotos y las visitas a sus poblados. De acuerdo con su mentalidad, los Masai suelen invertir las ganancias en más ganado, lo que a su vez ha provocado que sus rebaños hayan aumentado tan considerablemente como para competir con los animales salvajes por los pastos.

El Ngorongoro ha sido a veces calificado como una especie de Arca de Noé y también como lo más parecido al Jardí­n del Edén. Dicen los que lo han visto que la paz que se respira allí­ es extraordinaria y que es tal su hermosura que no se olvida nunca.

Referencias
Ngorongoro, «El Arca de Noé»

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